La Parroquia de Yerbas Buenas.
Lo que el Padre
Bergenhenegouwen cuenta:
Sobre los lugares donde
íbamos a quedar en Chile, solo sabíamos que eran parroquias, pero no mucho más.
Ni siquiera sabíamos si estuvieran ubicadas en un pueblo o en una ciudad. Y menos
aún, en qué forma debíamos imaginarnos una parroquia del campo. Cuando durante la
primera semana pasamos en Linares, en cierto momento salimos juntos con el obispo a echar un vistazo, no sabíamos
ni siquiera si Yerbas Buenas se ubicara al norte o al sur de la ciudad. Tan
pronto que dejamos atrás la ciudad, se acabó el camino pavimentado y se
convirtió en un camino de tierra. Hasta
el momento en que paramos delante de la
casa parroquial en Yerbas Buenas, pasábamos por una nube extensa y espesa de
polvo, lo que pudimos observar por la ventana trasera del auto. Nuestra ruta
fue en dirección nordeste, y solo de vez en cuando vimos una casa. Cuando
llegamos al destino encontramos un trecho pequeño donde las casas, muy juntas
la una a la otra, se ubicaban a los dos costados de la calle. El auto se detuvo
delante de la puerta de la casa parroquial y llenos de curiosidad miramos el
entorno de nuestra primer casa.
Nos dimos cuenta que Yerbas
Buenas era un pueblo pequeño. Vimos frente a la casa parroquial la plaza. Era
buen tiempo, en todas partes había sol y vegetación verde y todo daba una
impresión alegre. En las bancas en la
sombra de los árboles de la plaza, algunas personas estaban sentadas y un grupo
de niños corriendo y jugando.
La casa de los sacerdotes estaba vacía en su interior.
Había habitaciones oscuras sin mueble alguno y la casa dio una imagen más bien
de una bodega o granero que una vivienda.
Yerbas Buenas fue un pueblo
muy reducido en aquel tiempo. El pueblo nació en un sitio donde un camino desde el norte se dividía en
un camino al poniente y uno hacia el oeste a la localidad de Abranquil. Parece
que desde antaño fue destinado para convertirse en un punto central de tránsito
de aquella comarca. Sin embargo estas expectativas no se convirtieron en realidad, cuando la
línea de ferrocarriles desde Santiago
quedó ubicada en un sitio más alejado
del pueblo. Fue la ciudad de Linares que
se convirtió en el lugar central del entorno. Desde Linares se construyó una
línea de trenes pasando por Yerbas Buenas y Panimávida hacia Colbún. Pero no
fue más que un tren local. Cuando nosotros llegamos aún existía esta línea.
Yerbas Buenas ocupa un lugar
en la historia de Chile, pues una de las
escaramuzas entre Chilenos y Españoles
tuvo lugar en este pueblo al inicio de la Guerra de la Independencia. Todavía
queda una casa antigua donde los españoles alojaban. La plaza del pueblo aún conserva
un pequeño monumento conmemorativo de aquella batalla del año 1813.
La Parroquia de Yerbas Buenas
ya existe desde el año 1585. Pero, al parecer, no siempre en el mismo lugar
donde se ubica ahora. En el tiempo de la llegada de los Españoles todavía no
existían pueblos o ciudades; lo que
pronto sí existían, fueron extensos empresas agrícolas con gran número de inquilinos. Parece que la
sede de la parroquia se ubicaba una vez en un lugar determinado y otra vez en otro. En 1813 ya existía un
templo y los primeros libros parroquiales, aún existentes, se remontan al año 1834.
Todavía había pocos caminos,
cuando nosotros llegamos a Yerbas Buenas: todo el tráfico pasaba por delante de
la iglesia y de la casa parroquial. Los caminos por los cuales se podía llegar
al casco urbano no existían aún. Las calles consistían en senderos
arenosos cubiertos de mucho polvo en el
verano y barro en el invierno. Había poco movimiento de tránsito: carretes de
bueyes lentos de andar, algunos camiones, y unos pocos vehículos personales.
Cuando estos pasaban todo el camino quedaba, por un par de minutos, envuelto en
una nube espesa de polvo. Lo mismo sucedió, cada vez que pasaba un rebaño
numeroso de ovejas o bueyes. Dentro del templo y en las habitaciones cercanas a
la calle siempre quedaba una gruesa capa de polvo que entraba por las
hendiduras en puertas y ventanas.
El paisaje y los alrededores
del pueblo consistían en todas partes de pequeñas y grandes predios, amuralladas
de canales de riego y arbustos espesos de zarzamora y al mismo tiempo extensas
superficies de tierras dejados en barbecho, limitadas por álamos altos y delgados
y sauces llorones, que a los pies estaban cubiertos de una vegetación de moras silvestres.
Obviamente sin planificación previa de espacios se observaban las casas diseminadas por todas partes y
todas del mismo estilo.
En la plaza del pueblo la casa
más imponente siempre ha sido la casa parroquial. Este ya se nota al ver la
fachada. El templo que estaba situada al lado poniente de la casa era de un
estilo considerablemente mucho más rústico. En cuanto a la fachada, la casa se
parecía mucho a otras casas, que estaban
construidas según el estilo colonial con todas sus habitaciones repartidas como
en una hilera. De acuerdo con este estilo, la casa fue construida en la forma
de cuatro alas alrededor de un patio interior. El techo de casa se extendió por
cuatro lados hacia el patio y conformaba de esta manera una galería cuadrada delante
de las piezas y alrededor de la parte central. En su interior existían
habitaciones viejas y desordenadas. Ciertamente la casa había tenido un pasado de
mejores condiciones y de mayor lujo. No he podido averiguar, si la casa
originalmente fuera construida como
residencia parroquial o si hubiera obtenido este destino más tarde. Era una de
las pocas casas de Yerbas Buenas que disponía de un patio interior totalmente cerrado.
El nuestro en un comienzo fue un nidal de ratones y pulgas. Pensábamos que esto
fuera el caso en todas las casas, pero pronto nos dimos cuenta, que las casas
donde la gente cuidaba bien el interior, no se presentaban bichos malos y
lucían bastante limpieza. Con el tiempo
este patio interior se convirtió en un pequeño jardín de flores y en el centro
se ubicó un pozo chico, donde se juntaba el agua de lluvia que bajaba de los
techos. El pequeño jardín aparecía como un lugar algo idílico. En el patio posterior
de la casa, junto a la salida trasera de la casa se encontraba una especie de
andamio de troncos, donde en altura colgaban dos campanas por debajo de un
pequeño techo, que siempre fueron tocados para los servicios del culto. Más
apartados hacia atrás se ubicaron algunos restos de muros que sostenían techos
de bodegas. Gran parte de ellos formaban escombros y el resto estaba por
derrumbarse. En el centro de este recinto se ubicaba un pozo de agua. En su
totalidad formaba un espectáculo arruinado
y deprimente.
Este bosquejo sería incompleto, si no se mencionara algunos
detalles sobre el templo. Estamos hablando sobre el templo tal como nosotros lo
encontramos a nuestra llegada y como ha
servido durante muchos años durante nuestra estadía. La iglesia estaba
conectada, tal como se ha dicho ya, con la casa parroquial y que disponía de
dos alas que se juntaron, una paralela a la calle y una hacia atrás pegada a la
casa. En la parte junta a la calle se ubicaba la nave del templo. La mayor
parte del ala posterior conformaba la nave lateral. En el lugar donde se
juntaron las dos alas, se encontraba el altar mayor puesto sobre una tarima
pequeña y en frente a la nave central. En el ala lateral se encontraba, según
una tradición chilena “la capilla de los hombres”. En la parte trasera se
encontraba la sacristía y la entrada a una
bodega de mucho espacio.
Detrás del altar tenía su
puesto un crucifijo de cierta altura alcanzando el cielo. A un lado había una
estatua de tamaño casi natural de la Virgen y al lado opuesto una de San Juan. Además
había una estatua más pequeña de María
Magdalena en postura de arrodillada. Colgadas
de las paredes del templo existían láminas de viacrucis en relieve de yeso. En
la parte posterior del templo había un altar de devoción de la Virgen del
Carmen. Al lado de este altar estaba la salida a la calle que consistía de una
puerta de dos hojas que debían ser alzadas para cada uso por ser muy desgastadas.
Los muros estaban pintados con cal, pero en algunas partes había grandes hendiduras y donde se había perdido el estuco, se veía
el color verde plomo de los ladrillos.
Por la forma del cielo y la del piso se podía concluir que la nave del templo
anteriormente había consistido de dos partes.
La parte delantera mostró un piso de madera, la parte trasera tenía un
piso de baldosas de color rojo plomizo. Tanto las tablas como las baldosas
estaban muy raídas. En este interior se encontraban un gran número de bancas,
de diferentes tamañas y reclinatorios de varias formas. Ninguno de estos
muebles era igual al otro. Todos eran de propiedad de aquellas personas que los
habían traído de su casa para poder arrodillarse y sentarse en un mueble que
igual que la iglesia no formaban un
espectáculo reconfortante. Si comparamos
la situación precaria de Yerbas Buenas en
aquel tiempo con la situación de Grave,
cuando el P. Berthier comenzó su obra, tenemos que afirmar que poca diferencia había entre las dos. ¡Y tuvimos
que seguir sus pasos y su ejemplo!
Al lado oriente de la casa
parroquial permanecieron los restos de
un templo anterior. Era notable que haya sido de un estilo completamente
distinto a las demás construcciones en el entorno de Yerbas Buenas. Conformaban
las ruinas marcadas de cierta elegancia como
en la época griega y romana. Esto parece un poco exagerado, pero en este
entorno dieron aquella impresión.
Colgados a la pared de la oficina
de la casa parroquial se veían todavía dos dibujos o croquis encuadrados de la construcción de aquella antigua iglesia. De acuerdo con
estos dibujos debe haber sido un templo de
pequeñas dimensiones pero siendo un hermoso templo de campo. No estaba adaptado
al estilo de edificación del entorno, pero aparecía como un modelo luminoso y
florido. Debe haber sido una iglesia que en su tiempo haya dado cierto prestigio
al pueblo de Yerbas Buenas.
Nunca me quedó claro cómo este templo llegó a quedar en una estado
tan desolada. Según la opinión de algunos se había derrumbada después de un
terremoto. Según otros había sido incendiada. Quizás fue producto da ambas
causas. Tampoco quedó en claro cuál fuera el tiempo de esta calamidad. Había
gente que hablaba de más de diez años atrás. Nadie de los feligreses de Yerbas
Buenas, jamás me contaron recuerdos del tiempo
en que este templo todavía estaba con actividades. Si uno hacía
preguntas sobre esto, respondieron que
las ruinas quedaban en esta forma durante muchísimo tiempo. La iglesia de
emergencia, que había ocupado su lugar y que fue la iglesia actual en aquel
momento, llevaba todos los vestigios de ser utilizada por muchos años. Mucho
más que diez años. De todas maneras, lo que quedaba de este templo anterior no
mereció otro nombre que de una ruina desmantelada. Desde el camino que corría al lado oriente de la plaza se veía en forma
ininterrumpida la fachada del templo. La iglesia estaba un par de metros
apartado de la calle y disponía de un
pequeño antejardín. Ahora lucía un enrejado bruto de palos y planchas de zinc
herrumbrosas, que antes habían sido usadas como cubiertos de techos. La fachada
estaba puesta en forma derecha todavía y la puerta de entrada estaba cerrada
con viejas planchas de zinc. Detrás de la fachada quedaron escombros formados
restos de muros en algunas partes alcanzando la altura del techo con algunas
apreturas de ventanas que tenían la forma de una construcción de estilo gótico.
Las paredes de la parte delantera quedaron algo intacto. Quedaron un par de
restos de pilares que habían sido
decoración del presbiterio. Tanto
adentro como afuera se observaba la presencia de abundante maleza. Y en los
pisos estaban diseminados pedazos de
ladrillos quebrados y pedazos de estuco.
Del techo no quedaba nada. La ruina estaba allí como si así quedara por
toda la eternidad.
Después de un tiempo hicimos
gestiones, para conseguir bancas para nuestro templo. El Padre Cristián llevó a
cabo varias visitas a algunos feligreses mejor acaudalados y les solicitó
hacerse cargo de los costos de una banca nueva. Resultó exitosa la gestión.
Quedaron encargados a los Salesianos de Talca, donde fueron elaborados en la
escuela técnica. De este modo, en algún momento más tarde la iglesia de Yerbas
Buenas lucía la presencia de una fila de bancas nuevas, que dieron un aspecto
totalmente nuevo.
A pesar de todo, la construcción siguió siendo una cosa vetusta y envejecida. Cuando unos años más adelante se
hizo párroco el Padre Antonio van Geffen, él se decidió de demoler la ruina y
de levantar una nueva iglesia utilizando los ladrillos provenientes de ella en
el mismo lugar de la iglesia de emergencia. Fue el hermano Wilibrordo que hizo el plan y llevó a cabo la obra. El
templo nuevo resultó ser algo más amplio, más largo y más alto. En la esquina
de la fachada anterior se construyó el campanario. Fue un enorme paso adelante.
En la revista VEA (cuenta el Padre Juan) una vez apareció u articulo sobre
Yerbas Buenas; el autor del mismo era de opinión que la torre del campanario era
de épocas antiguas. De todos modos hay que reconocer que el campanario cuadra
en forma excelente con el entorno del pueblo y realmente da la impresión de ser
construido en tiempos remotos. (Traducción Gaspar,)