Padre Adrián Hamel * 26 de enero 1925, + 1 de febreo 1984.
Adrián
nació en Telok Waru (Balik Papan) Kalimantan, Indonesia. Cuando cumplió tres
años falleció su Papá y el niño quedó internado en una casa de huérfanos de
hermanos religiosos ubicado en Semarang en la isla de Java, donde pasó por la
escuela básica y, durante la guerra,
algunos años de enseñanza media. En el año 1946 viajó a Holanda junto con su
hermana, pero no para quedarse en aquel país, porque esperaba algún día volver
como misionero al querido país que lo vio nacer. Los hermanos de Semarang le dieron las
mejores recomendaciones para que se hiciera seminarista en nuestra congregación.
Comenzó el mismo año sus estudios en el
seminario de Kaatsheuvel y después en el colegio misionero MSF de Wijk aan Zee,
Holanda. Después de pasar por el noviciado en el pueblo de Nieuwkerk hizo sus
votos religiosos el día 8 de sept. del año 1953 y recibió la ordenación
sacerdotal el 27 de sept. del año 1958. A esto siguió un año para terminar los
estudios y en un año de práctica pastoral en la ciudad de Grave.
Mientras
tanta hizo varios intentos para conseguir la nacionalidad indonesia. Estaba
dispuesto a hacer todo para poder volver a Indonesia como pastor. “No sé por
qué la nostalgia hacia mi tierra y
pueblo me afecta tanto de repente”
escribió a su superior provincial después de su ordenación sacerdotal.
Pero no había remedio: el camino a su país de origen estaba bloqueado
totalmente a causa de la situación política. Pero esto no se rebeló o quedo
amargado, sino con la mayor buena voluntad y
tranquilidad se trasladó a otro lado del mundo y se convirtió en misionero
en Chile.
Allí empezó a querer a la gente, aunque obviamente, de vez en cuando,
no le soltó su nostalgia y revivió su deseo de antaño: toda su personalidad
quedó marcada por su origen oriental.
Adrián
era una persona amable, que no quería nunca chocar con nadie, que no entró en
rabia nunca, que tenía ideas claras de
lo que pretendió lograr y alcanzaba realizar sus propósitos, pero al mismo
tiempo con tanta sencillez habitual que eliminaba toda adversidad, y que cada
uno se dejaba convencer. Con toda
sencillez, a veces podía manipular a alguno, cuando se trataba de ayudar a alguien. Era un pastor nacido, hombre de confianza
para muchos y también un colega agradable y cercano. También en este lejano
país sentía empatía a la gente sin equivocarse y disponía del don de tomarlo en
cuenta y de ganar gente para él. Por ejemplo La juventud de Las Rejas, cuando
como vicario cooperador acompañaba sus cantos con guitarra. De todas
maneras, nunca buscaba con eso una popularidad barata, pues estaba entregado
por completo al bien de su gente.
Después
de un viaje en barco desde Ámsterdam (Junto con el P. Gaspar) llegó en
Valparaíso el 8 de diciembre de 1960. Comenzó su trabajo sacerdotal en
Santiago, en la parroquia de Santa Isabel de Hungría en Las Rejas y más
adelante se trasladó a la ciudad nortina de Tocopilla, Parroquia del Sagrado
Corazón.
En
este lugar comenzó un período difícil para él, cuando todo el ambiente de
la Iglesia entró en movimiento después del Concilio
Vaticano II. Al mismo tiempo creció una nueva visión acerca de las tareas del
misionero. La antigua manera de atender la pastoral parroquial ya no
satisfacía. Se iniciaron los primeros pasos hacía las comunidades de base y
para el sacerdote era recomendable
vivir “insertado” entre la gente e, igual que ellos, ganar su sustento
con el trabajo de sus propias manos. Pero nadie aún conocía el
camino correcto. Se trataba de buscar y de equivocarse. El padre, gracias a su
interés y preocupación por el bien de la gente, supo superar la confusión y,
posteriormente, en la época del golpe militar se encontr esta vez en la ciudad de Coquimbo. Como un hombre que
hace milagros logra conseguir el acceso a los presos políticos, aunque de
ninguna manera fue amigo del gobierno militar. Allí lograba gracias a cierta
ingenuidad suyo como de niño a conseguir beneficios para ellos y a hablar sin tapujos, Y no hubo
nadie que le paraba el carro.
-la cárcel en La Serena-
Muchas
personas en situación problemática encontraron en él un apoyo grande y el
padre, en adelante, siempre mantuvo una
preferencia para dedicarse al bien de los
encarcelados. Incluso fue este el caso, cuando en años posteriores
desempeñaba un papel modesto pero irreemplazable dentro del seminario en Las
Rejas por su permanencia como una persona sabia entre los estudiantes.
Al
momento de su partido de este mundo no le fue permitido despedirse de su gente
como, sin duda, hubiese querido. + Su fallecimiento fue un hecho
inesperado para todos. No a consecuencia de un accidente de tránsito, sino
Adrián falleció dentro del sueño a causa
de una afección cardiaca. Todos se
habían olvidado de que en sus años de juventud, alguna vez, se había
diagnosticado una hipertrofia del corazón.
Esto sucedió el día 1 de febrero del año 1984 en el seminario de la
Sagrada Familia en Las Rejas, donde formaba parte de directorio del mismo. Fue
en la época del año en que todos estaban disfrutando del verano y de las vacaciones. El Padre Juan Pablo de
Groot, superior provincial del momento, se encontraba en Brasil para la
celebración del inició de noviciado y la profesión de votos de algunos
seminaristas. El P. Andrés van Mérode estaba de vacaciones en Holanda. Por
casualidad un estudiante se encontraba en casa el cual en un comienzo suponía
que el Padre se había ido a la casa de jóvenes detenidos en Calera de Tango,
que visitaba habitualmente. Pero en la tarde del día, de repente, se percató
que el vehículo del padre no se había movido delante de la puerta de la casa y
en seguida descubrió lo que había sucedido. Encontró al padre fallecido en cama.
Inmediatamente dio aviso al Padre Arnoldo, párroco de Santa Isabel, que informó
a los demás miembros de la Provincia.
Así
se fue nuestro querido compañero. Siempre se generó tranquilidad y seguridad alrededor de él y
siempre era escuchado con agrado, cuando con palabras sencillas y
entendibles dio respuestas a preguntas
vitales. Siempre sus palabras tenían contenidos y el padre Adrián con una
sensibilidad notable de lenguaje, sabía verbalizarlos en forma correcta.
Disponía de muchos talentos y los utilizaba con generosidad al servicio de sus
hermanos y del Reino.- .
(Fuente: archivos de Holanda. Trad. Gaspar.)