Padre Antonio Cremers. * 17- 01-1924. + 07- 06-1983
Antonio
nació en un pequeño pueblo del sur de Holanda, provincia
de Limburgo, hijo de una familia obrera. Recorrió la escuela básica además una
escuela de formación de agricultor. Trabajó un par de años de junior. A la edad
de 18 años, en plena Guerra Mundial, año 1942, se decidió a entrar en el
seminario menor MSF de Kaatsheuvel. Hizo profesión religiosa el 8 de septiembre
de 1949 y se ordenó sacerdote el día 25 de julio del año1954. Un año después,
una vez terminados sus estudios, partió de su patria como misionero a Chile.
Su
vida de misionero no estuvo marcada por acciones extraordinarios. No se
desempeñaba en actos llamativos. Nunca renunció a su procedencia del ambiente sencillo y de fuerte
religiosidad del pueblo de su infancia. Se sentía cómodo en una situación
marcada por claridad y seguridad en un lugar donde cada cosa tenía su lugar
propio y donde reglas claras eran respetadas, donde existían protocolos claros
con que había que cumplir para mantener buenas relaciones con la gente y con el Señor. No era una
persona con inquietudes revolucionarias, sino se adaptaba fácilmente a la
situación y no cuestionaba lo que estaba pasando en el ambiente de fuertes
cambios de la política y de La Iglesia que le tocó vivir.
De
esta manera trabajó en diferentes parroquias de Chile. Primero en Yerbas
Buenas. Más tarde en Antofagasta y a continuación en la Parroquia de Santa Rosa
de Lima, Quinta Normal. Finalmente asumió el puesto de capellán del Hospital de
La Universidad Católica. Con esto no se aisló
de la Congregación. Al contrario: siempre disfrutaba de las reuniones de
la comunidad y contaba con el aprecio y simpatía de ellos siendo un buen
compañero.
En
el año 1982 notó los primeros síntomas de una enfermedad grave. En el mes de
enero del año siguiente se presentó donde un médico, amigo suyo. Esto lo
sometió a un tratamiento de quimioterapia,
y le recomendó viajar a su patria
para pasar la etapa del invierno chileno a cambio de un verano holandés. De
esta manera Antonio llegó a Holanda soñando de disfrutar de un verano soleado,
una estadía feliz con su familia y aún con la confianza de que los médicos
pudieron sanarlo. Sin embargo, a los pocos días tuvieron que informarle de que
ya no se podía hacer nada. Antonio no pudo creerlo. El proceso se aceleró y con una rapidez que
nadie esperaba, el día 7 de junio del mismo año llegó para el padre Antonio el
día de su partida hacia La Casa del Padre.
Esto significó también el abrupto fin del período que, sin duda, le produjo mayor felicidad en su vida misionera, cuando era capellán del hospital de la Universidad Católica, donde siempre con mucha dedicación se desempeñaba en el cuidado pastoral de pacientes y personal médico. Con esto se sentía realizado. Todos lo apreciaban como un BUEN PASTOR, cordial, alegre y sencillo, que con gran fidelidad visitaba a su gente. (Fuente: Archivos de Holanda. Trad. Gaspar)
Esto significó también el abrupto fin del período que, sin duda, le produjo mayor felicidad en su vida misionera, cuando era capellán del hospital de la Universidad Católica, donde siempre con mucha dedicación se desempeñaba en el cuidado pastoral de pacientes y personal médico. Con esto se sentía realizado. Todos lo apreciaban como un BUEN PASTOR, cordial, alegre y sencillo, que con gran fidelidad visitaba a su gente. (Fuente: Archivos de Holanda. Trad. Gaspar)
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