Los Primeros Misioneros y su Partida Hacia Chile.
Los Primeros Misioneros y su Partida Hacia Chile.
Uno
de ellos cuenta:
En
el año1938 se conocieron los nombres de los primeros misioneros nombrados para
ir a Chile. Después de que se hicieron algunas modificaciones, finalmente
fueron nombrados los siguientes padres y hermanos. Para la parroquia de Taltal
fueron nombrados los padres Cornelio van de Spek, A(driano) Hoogantink, Juan
Visser y el hermano Wilibrordo Grimink. Para la de Yerbas Buenas los padres
Cristián Verheugd, Gerardo Schoot, Juan van Bergenhenegouwen (autor) y el
hermano Canisio Tenberge, Los Padres Cornelio van de Spek y Cristián Verheugd
fueron designados como superiores
locales y al mismo tiempo párrocos; los otros padres iban a ser vicarios
cooperadores en las parroquias y los hermanos fueron destinados para las tareas
domésticas. El Padre Cristián además había sido nombrado superior del grupo en
su totalidad.
La
fecha de partida estaba fijada para el 6 de octubre. Después esta fue
postergada hasta el 13 del mismo mes a causa de una demora del barco. El barco
perteneció a la Johnson Line, una compañía
naviera sueca, que mantenía un servicio de navegación fijo entre
Stockholm y Valparaíso. Para hacer el viaje a Chili tuvimos que abordar el
barco en el puerto de Amberes (Bélgica).
Los
obispos chilenos nos habían aconsejado de evitar partir de Holanda antes del
mes de octubre, por razones de posible agitación
de tipo político en Chile, puesto que se celebraban en aquel año elecciones presidenciales
que eran consideradas como más intranquilas que habitualmente.
El
domingo 12 de octubre lo pasamos en la casa de Procura Misional en la localidad
de Goirle.
El
lunes 13 tuvimos que viajar muy temprano a la ciudad de Amberes. El tiempo
otoñal era nublado y con llovizna. A las siete y media de
la mañana un minibús de pasajeros apareció para llevarnos. Las maletas fueran
cargadas y los misioneros subimos acompañados de aquellos que iban a
despedirnos en el puerto de Amberes. En total éramos los siete misioneros que
iban a emprender el viaje, además el Padre superior provincial Kouwenhoven, su
primer consejero el P, Bernardo Welling
y el P. Gerardo Schoot. Este último
por razones de circunstancias familiares iba a viajar un mes más tarde,
pero de todos modos quiso juntarse con nosotros para la despedida. Al mismo
tiempo iba a acompañarnos en el viaje a Chile un hombre joven de nombre Toon
Peters siendo un conocido del P.Cristián Verheugd, que quiso echar un vistazo a
Chile, y, en lo posible, buscar su futuro en aquel país.
Antes
de las ocho ya estuvimos en viaje y a un par de horas más llegamos a la ciudad
de Amberes. Primero nos dirigimos a las oficinas de la compañía naviera para el
control de nuestros documentos de viaje. Estas oficinas se ubicaron en lo los
vecinos llaman “De Boerentoren” (Torre de los labradores), un edificio alto de
varios pisos, que daba la impresión de un rascacielos en medio de su entorno.
Después tuvimos que hacer espera hasta el momento de embarcarnos. La espera
duró más de lo previsto. Fuimos a tomar café en un restaurante, donde a esta
temprana hora de la mañana del lunes, obviamente no se esperaba una gran
cantidad de clientes. Las sillas se encontraban con las patas en el aire,
amontonadas sobre las mesas y algunos empleados se ocupaban de juntar los
residuos de la noche anterior que quedaron botados en el suelo. A continuación
hicimos un pequeño paseo por algunas calles para echar un vistazo a la ciudad y
en seguida regresamos al recinto del puerto.
El
barco, con que íbamos a viajar, se encontraba, fuera de vista, a cierta
distancia en medio del Rio Escalda. Para embarcarnos tuvimos que hacer uso de
una pequeña lancha del puerto con el nombre de “Zeeland”. Los bultos de nuestro
equipaje fueron trasladados al cubierto de la lancha, pero pasó un buen poco de
tiempo antes de que la lancha hiciera preparativos de zarpar. Cuando llegó el
momento de partida subimos junto con nuestros acompañantes al cubierto y con
eso abandonamos la tierra firme de Europa.
Después
de navegar por media hora la lancha abordó la escala del barco de bandera
sueca. Los bultos y equipaje fueron transbordados y nosotros subimos por la
escala. De este modo por fin nos encontramos en el barco, que sería nuestra
residencia durante seis semanas (como se evidenció después). Después de haber
esperado por un tiempo considerable a un pasajero atrasado, se dio la señal de
partida del barco. Aquellos que nos habían acompañado bajaron por la escala
hacia la lancha “Zeeland” y regresaron al muelle y nos saludaron agitando las
manos hasta que desaparecieron ante la vista nuestra.
Fue
levantada el ancla y el barco comenzó a
desplazarse. Cuando horas más tarde pasamos por el puerto (holandés) de
Vlissingen, todo ya estaba en oscuras.
Y la llovizna continuó cayendo...
(trad. Gaspar)
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