EN LA HUELLA DEL PADRE BERTHIER
En la Huella del Padre Berthier.
El Padre Juan
Bergenhenegouwen opina (en el año 1978)
Con la celebración del
aniversario de cuarenta años de la Congregación en Chile tiene mucho sentido
examinar en qué grado el trabajo cumplido responde a la espiritualidad del
Padre Berthier. Por medio de la Congregación somos hijos espirituales
suyos. Pero después de un par de
generaciones los descendientes en lo general piensan poco en sus antepasados y
apenas saben cómo eran y cómo se veían. Sin embargo, en su apariencia, en su
manera de actuar y pensar, siempre guardan algo de sus antepasados y disponen de una parte de herencia, de la cual
no se dan cuenta.
Ahora nos preguntamos si
en nuestro apostolado en Chile podemos indicar algunas características que
manifiestan una coherencia con los
conceptos y actuaciones del Padre
Berthier.
Cada orden o congregación
religiosa ha tenido, aparte de la finalidad común de la santificación propia,
objetivos exclusivos y propios, que en general, explican el inicio de su fundación. Fueron el
resultado de deficiencias de tipo material o espiritual dentro de la vida
concreta, a las cuales se había dedicado demasiado poca atención. En la búsqueda de soluciones y el compromiso
para lograr una situación más favorable,
siempre alguien tomó la iniciativa,
que fue seguido por otros que compartían las mismas inquietudes y que se
juntaron por este motivo. En nuestra congregación esta persona fue el Padre
Berthier.
El Padre Berthier tenía un
proyecto propio, que en su tiempo fue
muy particular y que mostró gran diferencia
con los de otros institutos religiosos y que consistía en acoger a las
vocaciones tardías. Él fue el único que
se ocupaba de esto. Los proyectos especiales de cada comunidad religiosa
siempre han sido visibles con claridad
en los comienzos de la fundación. Eran concretos y tenían vitalidad. En tiempos
posteriores estos objetivos visibles, a menudo, desaparecieron. Esto también
fue el caso con el objetivo (finalidad, programa, misión) del Padre Berthier.
Después de un tiempo fueron muchos los órdenes y congregaciones que acogieron
vocaciones tardías, incluso hasta los seminarios diocesanos. Se puede afirmar
que con esto siguieron el ejemplo del Padre Berthier.
En la actualidad la vida
de los institutos religiosos está igualada de tal forma, que, a primera vista, aparecen pocas diferencias. Los objetivos originales desaparecieron,
pero permanecieron con vida los institutos. En el curso de los años se incorporaron nuevas
necesidades a su vida y sus programas de trabajo. A menudo
se trabaja en estas necesidades en un mayor número de institutos
existentes o en todos. Por esto no es rara la pregunta, ¿por qué tienen que
seguir existiendo las diferentes congregaciones, si hacen el mismo trabajo?
Dejamos al lado la pregunta si realmente no exista una diferencia entre ellos
que justificaría una existencia por separados.
Lo que en nuestro tiempo
se manifiesta cada vez más se podría
resumir en las siguientes palabras: el progreso del hombre común, para quien en
tiempos pasados prácticamente no hubo progreso posible, ahora figura como una necesidad
prioritaria, en que antiguamente ni siquiera se pensaba.
El objetivo que en un
comienzo el Padre Berthier dio a su congregación, ya se encontró en esta
área, aunque más en un plano espiritual
que material. A las personas que en
aquel tiempo no pudieron hacerse sacerdote,
él quiso darles una oportunidad.
Fue un objetivo de carácter religioso social: la formación de sacerdotes
que debían asumir ser pastores en la Iglesia, de modo que la gente pudiera
convertirse en buenos ciudadanos del Reino de Dios
Cuando el Padre Berthier
comenzó a pensar en este tema, la necesidad ya existía por largo tiempo. En el curso
de toda la historia siempre había personas provistas de suficientes y a veces
grandes aptitudes para el sacerdocio,
sin embargo, su vocación se perdía por causa de que no tenían la oportunidad de
desarrollarla. Se puede decir, que en este tema el Padre Berthier ya tenía un
concepto de tipo democrático.
En el siglo pasado
lentamente creció la conciencia de la existencia de este problema que se
presentaba en todos los planos de vida, que consistía en que los valores y capacidades humanas no dependen de un
status social determinado o de bienestar económico. Y esto no solo vale para lo terrenal y
material, sino también para lo religioso. De eso se dio cuenta el Padre Berthier.
La misma tendencia se puede observar en la sociedad holandesa del siglo pasado.
Mientras una figura de Schaepman empezó a moverse en favor de la emancipación política de los
católicos, (que en aquel tiempo eran considerados como incapaces para actividades
políticas) y el sacerdote Ariens se movió en el área social para llevar a los
trabajadores hacia una existencia mejor y
más humana, el Padre Berthier empezó a seguir una misma línea en el plano
religiosos: el sacerdocio para aquellos que eran considerados incapacitados.
El Padre Berthier se
encontraba con gente joven que quería ser sacerdote, pero cuya vocación estaba
en peligro de perderse por causa de opiniones comunes y situaciones
sociales. Fueron aquellas personas que eran consideradas como demasiado
avanzadas en edad o a quienes les faltaban los medios para costear los
estudios. No pocas veces estas dos realidades eran consideradas como señales
desde el Cielo, que indicaban que tales jóvenes no eran llamados para el sacerdocio. Si tocaron la
puerta de una casa de formación sacerdotal se les comunicó que su avanzada edad
era un obstáculo, y si creían sentirse
atraídos a la vida religiosa, se les aconsejó hacerse hermano religioso.
Conocida es la figura de Pedro Donders que siguió insistiendo tanto hasta que
fue aceptado para pelar papas; en su tiempo libre restante podría dedicarse un
poco al estudio. ..
Cuando el Padre Berthier
comenzó su obra en Grave disponía de la aprobación eclesiástica pero, de todas
formas, procedió abiertamente en contra de la opinión generalizada de que solamente
niños que recientemente habían terminado la enseñanza básica y que no provinieran de las clases sociales
bajas, fueran aptos para hacerse sacerdotes.
Uno debía ser de buena situación económica y tener vocación desde los años de
infancia. Por lo tanto, no existía
comprensión para los planes del Padre Berthier. El comenzó porque vio algo,
donde otros no veían nada. El vio en
material humana, que había sido descartado por otros, buenas posibilidades para el sacerdocio. En
tiempos posteriores no solo se siguió el
ejemplo del Padre Berthier, sino, ahora
80 años más tarde, propiamente no se
cree, que un niño de 12 años ya pueda tener vocación para el sacerdocio. Ahora
se dice que tal niño es muy joven aún,
que tiene que esperar algún tiempo y conocer un poco la vida y que siempre
queda tiempo suficiente si permanece con su propósito. El Padre Berthier se mostró
bien adelantado en su tiempo.
Hemos dicho anteriormente
que el Padre Trampe se adelantó en el tiempo, si se da un vistazo, a las parroquias por las
cuales optó, en la luz del apostolado
contemporáneo entre las clases marginales. Claramente con eso anduvo en la
huella del Padre Berthier y cuando
nosotros ahora siempre aún sigamos en la misma línea, significa que andamos en
buena pista, aunque no somos los únicos.
No se puede negar que el Padre Berthier
mostraba mucha audacia y empezaba a cumplir tareas arriesgadas, cuando veía el valor de
estas. Pero realmente eran proyectos aventurados que en personas ajenas no
produjeron admiración, sino lástima.
De la misma manera algunas
personas ajenas pensaban sobre nuestro compromiso para el apostolado en Chile. En Yerbas Buenas pasó una vez un sacerdote de
Santiago. Cuando oyó como nosotros directamente desde Holanda habíamos venido
por estos lados, sin haber visto algo de Santiago, quedó desconcertado y dijo: “Ustedes habrán pensado que en Chile todos son indios todavía”.
Cuando el Padre Berthier
obtenía mucha admiración, esta se producía por su espíritu de perseverancia,
por la pobreza en que se vivía en Grave y por su optimismo, que no decrecía
cuando, en los primeros años, aún
observaba muy pocos frutos de su
trabajo. Quizás en esto hemos seguido también en algo la huella de Berthier.
La Congregación ha
obtenido un sello nítido del espíritu fuerte del Padre Berthier. Gracias a esto se puede comprender por qué
los comienzos de nuestro trabajo pastoral en Chile tomaron esta forma. La tendencia de la Congregación en Chile ha
consistido en atender, con cierta preferencia, a los lugares apartados, a las
clases pobres del pueblo y hasta a las personas descartadas o sea, aquellos que
por parte de otros reciban poco aprecio.
Nuestra manera de comenzar significó para muchos sepultarse en la anonimidad,
sin posibilidades de aprecio pos parte de personajes y clases altas Influyentes.
También en eso seguimos la huella del
Padre Berthier. (Trad. Gaspar)
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