sábado, diciembre 30, 2017

IR A LOS QUE ESTÁN LEJOS



“Ir a Aquellos Que Están Lejos”.
El Padre Juan escribe:

A veces entre nosotros se escuchan comentarios en los cuales se cuestiona el hecho de que la Congregación empezó su misión en lugares tan apartados entre sí. La causa y las razones ya han sido explicadas en páginas anteriores.
Primero hay que observar que la congregación no había llegado a Chile y asumido parroquias por propia iniciativa, pero que ha atendido solicitudes de algunos obispos   chilenos.                                                                               También a veces se escuchan voces que dicen, que los obispos solo ofrecieron parroquias pobres y lejanos.  Y ¿Por qué no parroquias de mejores condiciones dentro de alguna ciudad? A veces se dice: sería mejor que los obispos pasen las parroquias campesinas y pobres a sacerdotes diocesanos, ya que ellos están más acostumbrados a esta vida.               
                                          Las provincias chilenas generalmente no cuentan con grandes ciudades y tampoco con pueblos extensos. Posiblemente sería una petición algo exagerada si exijamos a los obispos que retiren a sacerdotes del país de las parroquias de ciudades para entregarlas a extranjeros. Durante el primer retiro espiritual de Talca, que fue presidida por el obispo mismo, él manifestó su preocupación por la gente en los sectores rurales que a menudo queda privada de todos cuidados pastorales. En una oportunidad escuché un comentario de que el obispo de Talca no mostrara mucho afecto por nuestros padres allí.  No sé hasta dónde sea de verdad. Si es cierto, podría ser por el hecho de que las parroquias de Cumpeo y de Paredones, que se encontraron sin sacerdote, no fueron tomados en cuenta por nosotros para pedir en lugar de esto una parroquia dentro de la ciudad.
La idea de que los padres quedaran en Chile, en lo posible, en cercanía los unos con los otros, no existía de ninguna manera donde la Dirección General. Tampoco entre nosotros. A pesar de que no tuvimos una idea clara de las distancias enormes, sabíamos de ante mano que íbamos a vivir muy lejos los unos de los otros. Venimos a Chile para trabajar pastoralmente aquí y cuando ya llegamos a formar un grupo considerable, era obvio, que en nuestro trabajo íbamos a estar separados a grandes distancias.  En el caso de que hubiéramos llegado a Chile para establecer la Congregación, independientemente de solicitudes episcopales, sin duda habríamos comenzado en forma totalmente diferente.
Hubo cuatro obispos que nos pidieron servicios pastorales. Después de la guerra mundial solo se ha agregado la diócesis de La Serena, ya que allí asumió como obispo, monseñor Alfredo Cifuentes, el cual en 1938 nos había solicitado para la diócesis de Antofagasta.
  
La archidiócesis de Santiago no necesita pedir sacerdotes extranjeros, ellos vienen por si solos. Cada congregación que comienza a trabajar pastoralmente en alguna parte de Chile, pronto, en algún momento, busca una casa o parroquia en la Capital. Pocas veces este proceso se revierte. De la misma manera nuestra congregación comenzó su estadía en Santiago para tener allí una casa central con el fin de prestar apoyo a aquellos que trabajan lejos en las provincias.
Más tarde había otros obispos que pidieron sacerdotes a la congregación, pero no pudimos atender a sus pedidos, a causa del número reducido de personas disponibles. Si pudiéramos ofrecer más sacerdotes a todas las diócesis de provincias, sin duda, ellos serían recibidos con brazos abiertos, mientras que Santiago probablemente no haría poco o ningún esfuerzo para esto.                                                                                                                                 Si hubiéramos comenzado en Santiago, esto habría impedido ir más tarde a otros lugares. Lo que pasa actualmente en Chile en este punto y, sobre todo, en Santiago lo muestra con claridad. En algunos lugares a veces todavía se acepta una parroquia en el campo, pero estos siguen siendo casos poco frecuentes.  
La intención del Superior General al comenzar una misión en Chile consistía precisamente en buscar lugares lejanos, apartados y pobres. No solo era un proyecto para padres que tenían un carisma especial.  sino para todos que llegaron a Chile. Cuando llegamos a Chile no se preveía de ninguna manera una disminución del número de vocaciones sacerdotales en el futuro.  Existía la seguridad de que continuamente en el futuro iban a llegar nuevos sacerdotes. Si esto hubiese sido el caso, la congregación habría tenido realmente una ampliación más marcada, que es el caso ahora. El crecimiento de la congregación en Chile no habría consistido solo en la aceptación de un mayor número de parroquias en un mayor número de diócesis, sino también en la búsqueda de otros campos de trabajo pastoral. Varias veces hemos conversado sobre la posibilidad de traer desde la Provincia Holandesa una persona formada en la universidad con el fin de comenzar una tarea apostólica en una universidad chilena.
En el caso de que en el futuro nuestro grupo no sea reforzado (nadie podrá predecir el futuro) es legítimo decir, que la Congregación ha brindado una misión meritoria al haber quedada fiel al concepto fundamental con que llegó a Chile, para dedicarse al progreso religioso y social entre aquellas clases del pueblo, a las cuales se prestaba poca atención hasta poco tiempo atrás. En la actualidad hay un interés renovado para trabajar en nuestra Capital entre las clases sociales marginadas. Nosotros ya en 1938 comenzamos con esto, no en la ciudad, sino en localidades apartados del campo. Hasta el día de hoy, a muchos le da temor de ir a tales lugares. aunque existe una motivación social y religiosa cada vez mayor. Sin pecar de orgullo indiscreto sobre el trabajo de la congregación, nos está permitido decir, que la idea de trabajar en lugares apartados y pobres, voluntariamente o involuntariamente, llevamos la delantera con respecto a las ideas de muchos contemporáneos.
Parece justificada la pregunta, si el Padre General, cuarenta años atrás, no tuviera interés de asegurar para la congregación una presencia más imponente, que la que tiene ahora. Otras congregaciones llaman la atención dentro de la sociedad por la proveniencia de sus miembros, por sus colegios, y por otro trabajo a un nivel cultural superior que el de la gente común. Así dijo, años atrás, el embajador holandés en Chile, quien no se sentía muy atraído por nuestra congregación, que entre nosotros no había figuras prominentes que se movían entre las clases pudientes. El mismo se sentía más encantado por conciudadanos que se movían sin problemas en lugares más llamativos.  
Nosotros comenzamos a trabajar entre los campesinos de pueblos de condiciones pobres y en barrios de la ciudad, que no tenían buena fama según un criterio social, sin contactos con clases de barrios altos. Nos sumergimos en la anonimidad con la apariencia exterior de una congregación, que mantiene poca influencia. Son, sobre todo, la gente de las ciudades que se dejan impresionar por la fama. Gente sencilla y, menos aún los obreros campesinos, la dan poca importancia. Esta gente estima al sacerdote, cuando quiere ayudar sin interés propio en todas sus necesidades y sobre todo en el terreno religioso. Cuando el Padre General aceptó las primeras parroquias, no fue su intención que la Congregación obtuviera un nombre de prestigio y, menos aún, un nombre basado en valores comunes de la sociedad.
Durante una visita mía a una familia en la conversación se tocó el tema de las congregaciones religiosas. También fueron mencionados los Jesuitas. Entonces una de las personas del grupo dijo, dejando manifiesta su admiración por ellos: los Jesuitas conforman las fuerzas armadas de La Iglesia, son personas importantes. Aunque no lo dijo con tantas palabras, de todas maneras, dio a conocer como su opinión, de que ningún sacerdote y ninguna otra congregación puede compararse con los Jesuitas. Solo por este nombre uno era considerado como una persona eminente. Y tales padres no van a trabajar así no más en una parroquia pequeña en el campo; ellos están destinados para cosas más grandes. Nuestra congregación buscaba, en cambio, lugares insignificantes y sin prestigio.
Cuando nosotros comenzamos a trabajar en Chile, no fuimos los únicos que trabajaban en lugares apartadas. La mayor parte de los sacerdotes en las diócesis rurales son párrocos campesinos. Nosotros éramos como algunos entre muchos y ellos en sus parroquias muchas veces están más pobres y solitarios que nosotros. Por parte de uno de estos párrocos escuché una vez, cuando hablamos de aquella soledad, que dijo: ustedes como religiosos siempre aún tienen el apoyo moral de la congregación detrás de ustedes, nosotros, sacerdotes diocesanos, estamos mucho más solos. Quizás se podría decir, que esto era su destino, su suerte. Generalmente provenían del mismo ambiente. El grado más alto que podían alcanzar, consistía en ser párroco de una parroquia campesina. Nosotros, en cambio, habíamos venido desde el otro lado del mundo, para trabajar precisamente en aquellos lugares.
Ahora recuerdo una conversación con un miembro de la tripulación del barco sueco, con el cual llegamos a Chile. Era de nacionalidad sueca y trabajaba de sirviente en la cocina. Cuando supo que éramos sacerdotes católicos de viaje a Chile, para quedarse allí por motivos puramente religiosos, le pareció totalmente incompresible. El mismo era luterano y se notó que la religión era de mucha significación para él. Quería saber más de nosotros. Al final dijo: “El Papa en Roma debe tener mucho poder e influencia, para que pueda mandar a las personas de un país al otro para quedarse viviendo allí en medio de un pueblo desconocido y esto solo por motivos religiosos y que, además, esto es aceptado y realizado como algo sin discusión”.
Si ahora en la pastoral se nota una tendencia fuerte, sobre todo, en las ciudades, (especialmente en Santiago) para trabajar con preferencia entre las clases más pobres, (incluso los obispos dan el ejemplo), esto sería una clara señal de que en tiempos pasados se dio demasiado poca atención al asunto. Es una señal positiva. Pero este esfuerzo resulta reservado aún para las ciudades grandes y las parroquias campesinas todavía quedan en deudo.

¿Cómo se explica que la Superioridad General aceptó un campo de trabajo de este tipo? ¿Fueron circunstancias casuales?  ¿Fue atrevimiento? ¿Fue falta de visión?  ¿O fue justamente una mirada previsora genial?                                 Nos han traído varias razones.  Pero en primer lugar y con toda seguridad se puede afirmar, que en todo esto se manifestó el espíritu del Padre Berthier, Un espíritu que como una herencia se transfirió a sus seguidores.  Sobre todo, en las primeras generaciones de la Congregación era muy manifiesta su espiritualidad entre los miembros. Andaban en la huella del Padre Berthier.                              (Trad. Gaspar)