El Papa Pablo VI señaló
que “la finalidad última del culto a
la bienaventurada Virgen María es glorificar a Dios
La piedad mariana es, en
sentido subjetivo, la piedad de
Nuestra Señora. Ninguna creatura ha
vivido como
Ella la devoción, la entrega generosa a Jesús,
su Hijo; ni la compasión, ni la
ofrenda de su vida entera a Dios nuestro Señor. Tampoco
nadie como Ella ha
vivido el amor
fraterno, donde se encuentra la piedad (cf 2 Pedro 1, 7).
En sentido objetivo, la
piedad mariana es la devoción a la Santísima Virgen. Ella es la Madre de la
Misericordia, la Madre de la divina gracia: “Al elegirla como Madre de la
humanidad entera, el Padre celestial quiso revelar la dimensión - por decir así
- materna de su divina ternura y de su solicitud por los hombres de todas las
épocas” (Juan Pablo II, “Audiencia”, 15 de Octubre de 1997).
Ella participa, de algún modo, de la paternidad divina y
tiene
derecho a nuestra piedad filial. En la Virgen vemos
reflejado el rostro materno
de Dios
(cf Síntesis de los aportes recibidos para la V Conferencia General
del Episcopado Latinoamericano, 189).
La devoción a María, dando relieve a la dimensión humana de
la Encarnación, ayuda a
descubrir mejor el rostro de un Dios que comparte las
alegrías y los sufrimientos de la humanidad, el «Dios con nosotros», que ella
concibió como hombre en su seno purísimo, engendró, asistió y siguió con
inefable amor desde los días de Nazaret y de Belén a los de la cruz y la
resurrección” (Juan Pablo II, “Audiencia", 5 de Noviembre de 1997).
pintura de Ignacio Ossandon en la Iglesia Sagrada Familia Providencia Chile