AMPARADNOS Y GUIADNOS
Fiesta de la Asunción y Visitación.
En la 1ª lectura escuchamos una visión del Evangelista S. Juan sobre María
vestida del sol en
el momento del Nacimiento y de la Ascensión
del Salvador: el Dragón, o el gran enemigo de Jesús y de su Reino, se puso
delante de María que iba a dar a luz para devorar a Su Hijo en cuanto naciera. Pero el
Hijo fue elevado hasta el trono de Dios y María huyó al desierto a un refugio, que Dios le
había preparado.
En la Oración
de la Salve digo a María: A ti, Madre de
misericordia, clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos,
llorando en este valle de lágrimas. Vuelve a nosotros tus ojos y d, de este
destierro, muéstranos a Jesús. oh dulce
Virgen María.
María no
huye a solas al desierto, sino con todos los hermanos de Jesús. Es como si no
quisiera ir todavía a su trono de Reina en el cielo. Quiere seguir acogiéndonos
en el refugio de sus muchos santuarios en nuestro valle de lágrimas. Por todas
partes en nuestra tierra la sentimos muy presente y en la historia de nuestra
Iglesia la vemos visitando a muchos santos discípulos de Jesús, a niños, a enfermos, a necesitados de ayuda como en el
Evangelio de esta fiesta. No hace otras cosas que manifestar a Jesús a nuestros ojos de la fe a
Jesús, el bendito fruto de su vientre. Con El ya encontramos en nuestra vida
como un cielo de paz y felicidad. Es como si María quisiera quedarse entre
nosotros, para ir juntos a Jesús en su santa Iglesia a la plena gloria de su
Asunción en el cielo con toda su Familia.