EL PUNTO OMEGA
En su libro El fenómeno Humano, Teilhard de Chardin señala que el Punto
Omega ha de poseer las siguientes cinco características:
·
Ya existente.
Sólo así se puede explicar el camino hacia superiores estados de conciencia del
Universo Mundial.
·
Personal – un ser intelectual,
no una idea abstracta.
El paso a un estado mayor de complejidad de la materia no ha dado lugar
solamente a formas superiores de consciencia sino a una mayor personalidad, de
la cual los seres humanos son el mayor exponente en el Universo conocido. Son
centros de acción individuales, completamente libres. Es en este sentido que se
puede decir que el Hombre está hecho a la imagen de Dios, que es la forma
superior de personalidad. Teilhard señaló expresamente que en el Punto Omega,
cuando el Universo sea Uno, las personas no serán suprimidas sino
super-personalizadas. La personalidad será enriquecida infinitamente porque el
Punto Omega une la creación, y cuanto más unido el universo se
vuelve más complejo y crece en consciencia. Así, Dios crea un universo que
evoluciona hacia formas superiores de complejidad, consciencia y, finalmente
con los humanos, personalidad, porque Dios, que acerca el Universo a Sí, es una
persona.
·
Trascendente.
El Punto Omega no puede ser el resultado final del proceso de
crecimiento en complejidad y consciencia del Universo. En lugar de eso, el
Punto Omega debe existir incluso antes de la evolución del
Universo porque el Punto Omega es responsable del crecimiento del Universo
hacia una mayor complejidad, consciencia y personalidad. Lo que significa
esencialmente que el Punto Omega está fuera del marco en que crece el Universo,
porque es gracias a la atracción del Punto Omega que el Universo evoluciona
hacia Él.
·
Autónomo – es decir, libre de las limitaciones del tiempo (intemporal) y del espacio (no localizado)
·
Irreversible, es decir, una vez alcanzado, no puede ser perdido.
Teilhard de Chardin escribe:
“En el Universo, como hemos reconocido al principio, es la vida lo que
constituye el fenómeno central
–y, en la vida, el pensamiento
- y en el
pensamiento la ordenación colectiva de todos los pensamientos en sí mismos.
Pero he aquí que, por una cuarta opción, nos encontramos llevados a decidir
que, más profundo todavía, es decir, en el corazón mismo del fenómeno social,
está en marcha una especie de ultra-socialización: aquella por la cual la
Iglesia se forma poco a poco, vivificando por su influencia, y reuniendo bajo
su forma más sublime, todas las energías espirituales de la Noosfera”.
“La
Iglesia, eje central de la convergencia universal y punto exacto de encuentro
fecundo entre el Universo y el Punto Omega”.
JESÚS ES ALFA Y OMEGA,
EL SEÑOR DE LA HISTORIA:
La iglesia desde el pontificado de Benedicto XV al actual
pontificado de Benedicto XVI, han hablado al mundo sobre el señorío de Cristo. «Jesús es Señor de
la Historia» escribió Juan Pablo II en su primera encíclica Redemptor Hominis,
y es un hecho que durante todo su pontificado, no dejó nunca de hablar al
hombre acerca de Cristo como príncipe y Señor del mundo. Su señoría es un
señorío de amor que no se resiste a abajarse y hacerse el último para salir al
encuentro de las miserias y sufrimientos del hombre. Juan Pablo II mostró muy
bien este señorío de Cristo no solamente con las palabras, sino también con los
hechos, con la aceptación heroica de su propio sufrimiento y enfermedad física
en los últimos años de su vida. Habló de Cristo, Señor de la Historia, en
Bangladesh, entre los últimos de la Tierra. Y también lo hizo en Nicaragua,
entre los sandinistas, hostiles a su presencia, y también en las “favelas”
brasileñas. Juan Pablo II, afirmando que la salvación sólo y únicamente de
Cristo, se dirigió a los jefes de esos pueblos, a sus gobernantes y a varios
dictadores de diversas ideologías del siglo XX, los cuales pretendiendo salvar
al hombre sin la ayuda de Dios, no han hecho otra cosa que aniquilar al hombre,
sin lograr al mismo tiempo, como pretendían, aniquilar a Dios.
Pero en todo el siglo XX hasta hoy, en el umbral del
tercer milenio, la voz de varios Pontífices ha sido un faro seguro para la vida
y la fe de millones de personas. Incluso en lugares ya marcados por atroces
sufrimientos, ya abundantes en bienestar y opulencia, la Iglesia, gracias a los
sucesores de Pedro, ha recordado siempre y en todos los lugares que el
verdadero Salvador y Liberador del hombre y del mundo es Cristo. La voz de los
diversos Pontífices no se ha cansado nunca de hablar y esta breve exposición
quiere ser un homenaje a ellos, a su incansable voz y, al mismo tiempo, a todas
aquellas personas (pensamos en los misioneros, sacerdotes, religiosos, pero
también a tantos otros fieles, incluso en los sencillos) que han tenido la
inteligencia para escucharla.