sábado, septiembre 15, 2018

LA PARROQUIA DE YERBAS BUENAS




La Parroquia de Yerbas Buenas.

Lo que el Padre Bergenhenegouwen cuenta:

Sobre los lugares donde íbamos a quedar en Chile, solo sabíamos que eran parroquias, pero no mucho más. Ni siquiera sabíamos si estuvieran ubicadas en un pueblo o en una ciudad. Y menos aún, en qué forma debíamos imaginarnos una parroquia del campo. Cuando durante la primera semana pasamos en Linares, en cierto momento salimos juntos  con el obispo a echar un vistazo, no sabíamos ni siquiera si Yerbas Buenas se ubicara al norte o al sur de la ciudad. Tan pronto que dejamos atrás la ciudad, se acabó el camino pavimentado y se convirtió en un camino de tierra.  Hasta el momento en que paramos  delante de la casa parroquial en Yerbas Buenas, pasábamos por una nube extensa y espesa de polvo, lo que pudimos observar por la ventana trasera del auto. Nuestra ruta fue en dirección nordeste, y solo de vez en cuando vimos una casa. Cuando llegamos al destino encontramos un trecho pequeño donde las casas, muy juntas la una a la otra, se ubicaban a los dos costados de la calle. El auto se detuvo delante de la puerta de la casa parroquial y llenos de curiosidad miramos el entorno de nuestra primer casa.   
Nos dimos cuenta que Yerbas Buenas era un pueblo pequeño. Vimos frente a la casa parroquial la plaza. Era buen tiempo, en todas partes había sol y vegetación verde y todo daba una impresión alegre. En las bancas  en la sombra de los árboles de la plaza, algunas personas estaban sentadas y un grupo de niños corriendo y jugando.
La casa  de los sacerdotes estaba vacía en su interior. Había habitaciones oscuras sin mueble alguno y la casa dio una imagen más bien de una bodega o granero que una vivienda.

Yerbas Buenas fue un pueblo muy reducido en aquel tiempo. El pueblo nació en un sitio  donde un camino desde el norte se dividía en un camino al poniente y uno hacia el oeste a la localidad de Abranquil. Parece que desde antaño fue destinado para convertirse en un punto central de tránsito de aquella comarca. Sin embargo estas expectativas  no se convirtieron en realidad, cuando la línea de ferrocarriles  desde Santiago quedó ubicada en un sitio  más alejado del  pueblo. Fue la ciudad de Linares que se convirtió en el lugar central del entorno. Desde Linares se construyó una línea de trenes pasando por Yerbas Buenas y Panimávida hacia Colbún. Pero no fue más que un tren local. Cuando nosotros llegamos aún existía esta línea.

Yerbas Buenas ocupa un lugar en la historia de Chile, pues una de las  escaramuzas  entre Chilenos y Españoles tuvo lugar en este pueblo al inicio de la Guerra de la Independencia. Todavía queda una casa antigua donde los españoles alojaban. La plaza del pueblo aún conserva un pequeño monumento conmemorativo de aquella batalla  del año 1813.

La Parroquia de Yerbas Buenas ya existe desde el año 1585. Pero, al parecer, no siempre en el mismo lugar donde se ubica ahora. En el tiempo de la llegada de los Españoles todavía no existían  pueblos o ciudades; lo que pronto sí existían, fueron extensos empresas agrícolas  con gran número de inquilinos. Parece que la sede de la parroquia se ubicaba una vez en un lugar determinado  y otra vez en otro. En 1813 ya existía un templo y los primeros libros parroquiales, aún existentes, se remontan al año 1834.








Todavía había pocos caminos, cuando nosotros llegamos a Yerbas Buenas: todo el tráfico pasaba por delante de la iglesia y de la casa parroquial. Los caminos por los cuales se podía llegar al casco urbano no existían aún. Las calles consistían en senderos arenosos  cubiertos de mucho polvo en el verano y barro en el invierno. Había poco movimiento de tránsito: carretes de bueyes lentos de andar, algunos camiones, y unos pocos vehículos personales. Cuando estos pasaban todo el camino quedaba, por un par de minutos, envuelto en una nube espesa de polvo. Lo mismo sucedió, cada vez que pasaba un rebaño numeroso de ovejas o bueyes. Dentro del templo y en las habitaciones cercanas a la calle siempre quedaba una gruesa capa de polvo que entraba por las hendiduras en puertas y ventanas.

El paisaje y los alrededores del pueblo consistían en todas partes de pequeñas y grandes predios, amuralladas de canales de riego y arbustos espesos de zarzamora y al mismo tiempo extensas superficies de tierras dejados en barbecho, limitadas por álamos altos y delgados y sauces llorones, que a los pies estaban cubiertos de una vegetación de moras silvestres. Obviamente sin planificación previa de espacios se observaban  las casas diseminadas por todas partes y todas del mismo estilo.

En la plaza del pueblo la casa más imponente siempre ha sido la casa parroquial. Este ya se nota al ver la fachada. El templo que estaba situada al lado poniente de la casa era de un estilo considerablemente mucho más rústico. En cuanto a la fachada, la casa se parecía  mucho a otras casas, que estaban construidas según el estilo colonial con todas sus habitaciones repartidas como en una hilera. De acuerdo con este estilo, la casa fue construida en la forma de cuatro alas alrededor de un patio interior. El techo de casa se extendió por cuatro lados hacia el patio y conformaba de esta manera una galería cuadrada delante de las piezas y alrededor de la parte central. En su interior existían habitaciones viejas y desordenadas. Ciertamente la casa había tenido un pasado de mejores condiciones y de mayor lujo. No he podido averiguar, si la casa originalmente fuera  construida como residencia parroquial o si hubiera obtenido este destino más tarde. Era una de las pocas casas de Yerbas Buenas que disponía de un patio interior totalmente cerrado. El nuestro en un comienzo fue un nidal de ratones y pulgas. Pensábamos que esto fuera el caso en todas las casas, pero pronto nos dimos cuenta, que las casas donde la gente cuidaba bien el interior, no se presentaban bichos malos y lucían  bastante limpieza. Con el tiempo este patio interior se convirtió en un pequeño jardín de flores y en el centro se ubicó un pozo chico, donde se juntaba el agua de lluvia que bajaba de los techos. El pequeño jardín aparecía como un lugar algo idílico. En el patio posterior de la casa, junto a la salida trasera de la casa se encontraba una especie de andamio de troncos, donde en altura colgaban dos campanas por debajo de un pequeño techo, que siempre fueron tocados para los servicios del culto. Más apartados hacia atrás se ubicaron algunos restos de muros que sostenían techos de bodegas. Gran parte de ellos formaban escombros y el resto estaba por derrumbarse. En el centro de este recinto se ubicaba un pozo de agua. En su totalidad  formaba un espectáculo arruinado y deprimente.

Este bosquejo sería  incompleto, si no se mencionara algunos detalles sobre el templo. Estamos hablando sobre el templo tal como nosotros lo encontramos a nuestra llegada  y como ha servido durante muchos años durante nuestra estadía. La iglesia estaba conectada, tal como se ha dicho ya, con la casa parroquial y que disponía de dos alas que se juntaron, una paralela a la calle y una hacia atrás pegada a la casa. En la parte junta a la calle se ubicaba la nave del templo. La mayor parte del ala posterior conformaba la nave lateral. En el lugar donde se juntaron las dos alas, se encontraba el altar mayor puesto sobre una tarima pequeña y en frente a la nave central. En el ala lateral se encontraba, según una tradición chilena “la capilla de los hombres”. En la parte trasera se encontraba la sacristía  y la entrada a una bodega de mucho espacio.

Detrás del altar tenía su puesto un crucifijo de cierta altura alcanzando el cielo. A un lado había una estatua de tamaño casi natural de la Virgen y al lado opuesto una de San Juan. Además había  una estatua más pequeña de María Magdalena en postura de arrodillada.  Colgadas de las paredes del templo existían láminas de viacrucis en relieve de yeso. En la parte posterior del templo había un altar de devoción de la Virgen del Carmen. Al lado de este altar estaba la salida a la calle que consistía de una puerta de dos hojas que debían ser alzadas para cada uso por ser muy desgastadas. Los muros estaban pintados con cal, pero en algunas partes había grandes hendiduras  y donde se había perdido el estuco, se veía el color verde plomo de los ladrillos.  Por la forma del cielo y la del piso se podía concluir que la nave del templo anteriormente había consistido de dos partes.  La parte delantera mostró un piso de madera, la parte trasera tenía un piso de baldosas de color rojo plomizo. Tanto las tablas como las baldosas estaban muy raídas. En este interior se encontraban un gran número de bancas, de diferentes tamañas y reclinatorios de varias formas. Ninguno de estos muebles era igual al otro. Todos eran de propiedad de aquellas personas que los habían traído de su casa para poder arrodillarse y sentarse en un mueble que igual que la iglesia no formaban  un espectáculo reconfortante.  Si comparamos la situación precaria de Yerbas Buenas en aquel tiempo  con la situación de Grave, cuando el P. Berthier comenzó su obra, tenemos que afirmar que  poca diferencia había entre las dos. ¡Y tuvimos que seguir sus pasos y su ejemplo!

Al lado oriente de la casa parroquial permanecieron los restos  de un templo anterior. Era notable que haya sido de un estilo completamente distinto a las demás construcciones en el entorno de Yerbas Buenas. Conformaban las ruinas marcadas  de cierta elegancia como en la época griega y romana. Esto parece un poco exagerado, pero en este entorno dieron aquella impresión.
Colgados a la pared de la oficina de la casa parroquial se veían todavía dos dibujos o croquis encuadrados de la construcción  de aquella antigua iglesia. De acuerdo con estos dibujos  debe haber sido un templo de pequeñas dimensiones pero siendo un hermoso templo de campo. No estaba adaptado al estilo de edificación del entorno, pero aparecía como un modelo luminoso y florido. Debe haber sido una iglesia que en su tiempo haya dado cierto prestigio al pueblo de Yerbas Buenas.








Nunca me quedó claro  cómo este templo llegó a quedar en una estado tan desolada. Según la opinión de algunos se había derrumbada después de un terremoto. Según otros había sido incendiada. Quizás fue producto da ambas causas. Tampoco quedó en claro cuál fuera el tiempo de esta calamidad. Había gente que hablaba de más de diez años atrás. Nadie de los feligreses de Yerbas Buenas, jamás me contaron recuerdos del tiempo  en que este templo todavía estaba con actividades. Si uno hacía preguntas sobre esto,  respondieron que las ruinas quedaban en esta forma durante muchísimo tiempo. La iglesia de emergencia, que había ocupado su lugar y que fue la iglesia actual en aquel momento, llevaba todos los vestigios de ser utilizada por muchos años. Mucho más que diez años. De todas maneras, lo que quedaba de este templo anterior no mereció otro nombre que de una ruina desmantelada. Desde el camino que corría  al lado oriente de la plaza se veía en forma ininterrumpida la fachada del templo. La iglesia estaba un par de metros apartado de la calle y disponía de  un pequeño antejardín. Ahora lucía un enrejado bruto de palos y planchas de zinc herrumbrosas, que antes habían sido usadas como cubiertos de techos. La fachada estaba puesta en forma derecha todavía y la puerta de entrada estaba cerrada con viejas planchas de zinc. Detrás de la fachada quedaron escombros formados restos de muros en algunas partes alcanzando la altura del techo con algunas apreturas de ventanas que tenían la forma de una construcción de estilo gótico. Las paredes de la parte delantera quedaron algo intacto. Quedaron un par de restos  de pilares que habían sido decoración del presbiterio.  Tanto adentro como afuera se observaba la presencia de abundante maleza. Y en los pisos estaban diseminados  pedazos de ladrillos quebrados y pedazos de estuco.  Del techo no quedaba nada. La ruina estaba allí como si así quedara por toda la eternidad.

Después de un tiempo hicimos gestiones, para conseguir bancas para nuestro templo. El Padre Cristián llevó a cabo varias visitas a algunos feligreses mejor acaudalados y les solicitó hacerse cargo de los costos de una banca nueva. Resultó exitosa la gestión. Quedaron encargados a los Salesianos de Talca, donde fueron elaborados en la escuela técnica. De este modo, en algún momento más tarde la iglesia de Yerbas Buenas lucía la presencia de una fila de bancas nuevas, que dieron un aspecto totalmente nuevo.
 A pesar de todo, la construcción siguió  siendo una cosa vetusta y  envejecida. Cuando unos años más adelante se hizo párroco el Padre Antonio van Geffen, él se decidió de demoler la ruina y de levantar una nueva iglesia utilizando los ladrillos provenientes de ella en el mismo lugar de la iglesia de emergencia. Fue el hermano Wilibrordo  que hizo el plan y llevó a cabo la obra. El templo nuevo resultó ser algo más amplio, más largo y más alto. En la esquina de la fachada anterior se construyó el campanario. Fue un enorme paso adelante. En la revista VEA (cuenta el Padre Juan) una vez apareció u articulo sobre Yerbas Buenas; el autor del mismo era de opinión que la torre del campanario era de épocas antiguas. De todos modos hay que reconocer que el campanario cuadra en forma excelente con el entorno del pueblo y realmente da la impresión de ser construido en tiempos remotos.       (Traducción Gaspar,)