miércoles, junio 20, 2018

PADRE ANTONIO VAN GEFFEN





El Padre Antonio van Geffen, *1911 +1980.

Antonio nació en la Ciudad de Den Bosch, ciudad del sur de Holanda, el 20 de junio de 1911. Siendo adolescente entró a nuestro seminario menor MSF, hizo sus votos en 1932 y se ordenó el día 24 de julio del año 1938. Inmediatamente después de terminar sus estudios recibió el nombramiento para  Chile y el 27 de septiembre de 1939 partió a su nuevo destino.
El  Padre Antonio van Geffen formaba parte de los pioneros de la Misión en Chile, ya que recién en un año anterior había llegado el primer grupo de misioneros que inmediatamente fue repartido a dos diócesis ubicadas a gran distancia entre ellos: Antofagasta en el Norte Grande y Linares en el Sur. En esta última diócesis se trató de 2 parroquia: Colbún y Yerbas Buenas. A esta última llegó el Padre Antonio y en este lugar permaneció para el resto de su vida. 

En un comienzo trabajaba junto con el padre Cristián Verheugd, que desempeñaba el puesto de superior. Después de un par de años el mismo se convirtió en párroco  y nunca jamás hubo un superior u obispo que era capaz de cambiarlo para otro puesto. Nadie pudo quitarle la idea de que Yerbas era la parroquia suya y los habitantes eran su gente  y él era su párroco y nadie más. Varios de sus cohermanos debían comprobar sensiblemente este hecho, los cuales, en los primeros años, lo acompañaban como vicarios cooperadores y no obtuvieron mucho espacio para trabajar con iniciativas propias. El padre se sentía personalmente responsable para la pastoral en este pueblo pequeño y el extenso campo perteneciente al territorio de su parroquia. Realmente le faltó la flexibilidad de delegar responsabilidades a otros. Para decir la verdad, no fueron sus cualidades el trato fácil, el trabajo en común y la complacencia por parte suya con sus colegas.  

Por este motivo,  posteriormente, siempre tuvo que trabajar en ausencia de colaboradores, y para decir la verdad, esto fue para él lo más cómodo y de este modo podía actuar  de acuerdo con su propio criterio y con su  estilo de personalidad. Sus feligreses, sin duda, no habrán tenido siempre un trato del todo fluyente por parte de él.  Sin embargo, cuando entraba en años y se enfermaba, resultó que todos manifestaron un aprecio grande para él y, a veces, uno no puede librarse de la impresión de que lo veneraban como a un santo. También el obispo lo tenía gran respeto. Durante muchos años  el Padre Antonio ha compartido la vida de la gente y se ha entregado para el bien de ellos. Ya no era el extranjero llegado de afuera, sino uno de ellos y no se podía imaginar  la comunidad sin él. Incluso él era como una autoridad que mandaba. Fue significativo que el alcalde del lugar (Alfonso Astete), le ayudaba en la misa matutina como monaguillo. Era uno más del pueblo pues en los largos años  había experimentado toda clase de cosas  con esta gente: él conocía  a cada uno,  ya que casi todos fueron bautizados y casados por él y sus hijos, a su vez, fueron bautizados y participaron en su catequesis. Sin duda, muchos piensan en él  y se emocionan, cuando se canta la canción  “El Cura de mi Pueblo”.
Seguramente, el Padre había soñado con una tarde de vida tranquila en medio de sus hijos espirituales. Pero esto no fue su suerte. Ya enfermo tuvo que viajar a su patria en el año 1977. El médico constató una arterioesclerosis grave y estimó que no era conveniente retornar a Chile. Pero el médico no mandaba más que un obispo o un superior, pues aunque el padre a causa de su enfermedad ya no tenía ideas tan claras, una idea quedó sin discusión en su mente de que él era el párroco de Yerbas Buenas y, por lo tanto, debía ir para allá. Esta convicción se convirtió en una obsesión para él y después de algunos intentos de fuga fracasados, en febrero de 1979, logró salir del país por vía aérea y, después de pasar una parada en el Perú, arribar a Chile. No fue fácil para su sucesor y ex-feligreses el convencerle, pero después de algún tiempo lograron hacerlo viajar, acompañado de un médico, a Holanda, donde recibió cuidados adecuados y donde, según parecía, se encontraba razonablemente a su gusto. Hasta que llegó el momento de su partido hacia la Casa del Padre, el día 20 de noviembre de 1980.                                                                                                 Su tumba queda en su primera patria, lejos de sus queridos chilenos, pero no apartada del corazón de muchos que lo recordarán con cariño.
 Una calle de Yerbas Buenas lleva el nombre de “Padre Antonio”. Les ayudará a sus habitantes de no olvidar a este misionero que se hizo chileno con los chilenos.                                                                                (Fuente: Archivos de Holanda. Trad. Gaspar)

miércoles, junio 13, 2018

PADRE MATEO VOERMANS




El Padre Mateo Voermans *3 de marzo de 1918, +17 marzo de 1978.


Mateo vio la luz en un pueblo de Holanda septentrional el 3 de marzo de 1918. Entró como adolescente en el seminario MSF de Kaatsheuvel, hizo sus votos religiosos el 8 de septiembre de 1938 y fue ordenado sacerdote el 25 de julio de 1944. Después de su ordenación fue asignado para Chile, sin embargo, a causa de la guerra no pudo partir inmediatamente a la Misión. En espera de su viaje pasó un año  de práctica pastoral en lo que fue su casa de formación anterior, donde quedó herido levemente a causa de una bomba alemán volante que cayó y estalló en la cercanía de la casa.
El 25 de septiembre del año 1946 viajó por primera vez a Chile, donde trabajó de misionero durante 23 años. En los primeros años era activo en diferentes parroquias en el levantamiento y extensión de nuestra obra, lo que recién después de la guerra pudo llevarse a cabo. Era muy respetado como pastor alegre y cohermano grato. Incluso fue muy apreciado por su visión clara sobre el quehacer pastoral. Se empeñó a escribir cartas interesantes a los escolásticos del seminario mayor MSF de Oudenbosch. Al mismo tiempo daba charlas sobre estos temas. Resultó que esto llegó a convertirse en su tarea principal: el de dar colegios  en la Universidad Católica de Santiago, aunque para esto no había recibido ninguna formación especial.

Con  todo esto se sentía muy ligado a nuestra Congregación y siempre estaba dispuesto a ayudar,   cuando se recurría a él para algún servicio, lo que todos hacían. A muchos misioneros que recientemente habían llegado a Chile les dio una buena introducción al trabajo que hacer. Se hizo asistente consejero del Superior Provincial. Fue miembro de la Comisión Central de las Constituciones que se celebró en Roma 1967/1968 en preparación del Capítulo General de 1968, a la cual participó como  representante de la Provincia Chilena. También en 1971 estuvo presente en el Capítulo General, esta vez como representante de la  Provincia Holandesa. 

Pues después del año 1969 ya no retornó a Chile. El trabajo de profesor de  la Universidad había crecido a un grado demasiado difícil. Dentro de las circunstancias, cada vez más difíciles, ya no se sentía capaz para esta tarea 
Después de haber sido algún tiempo consejero del superior provincial de Holanda en la ciudad de Grave recibió en agosto de 1970 un nombramiento para capellán en un hospital, donde se encontraba a su gusto con  las tareas habituales de la pastoral. Fue organizador de muchas actividades para el personal, fue un miembro querido de Rotary, y daba charlas sobre las misiones, especialmente sobre el país que nunca pudo olvidar: Chile. Esto también fue su tema preferido cuando se juntaba con los cohermanos de la Congregación, los cuales siempre con ganas escuchaban sus narraciones.                                                                                                                             
El 20 de febrero de 1978 fue hospitalizado a raíz de un cáncer de la sangre que sin saber había contraído hace tiempo. Después de un par de días se agravó su estado de salud, que terminó en su fallecimiento el día 7 de marzo siguiente.                                                                                                                                       Siempre había manifestado  interés y cuidados para todos, pero no le gustaba hablar de su propia enfermedad, para que otros no se molestaran, además se producía confusión y angustia en él  si pensaba en enfermedades.                                                                                                                     Afortunadamente el Señor lo libró de un camino largo de sufrimientos al llamar relativamente de repente a su casa paternal a este misionero “Mateo”,  siempre recordado por su alegría de vivir.                       
                                                                                                       (Fuente: archivos de Holanda. Trad. Gaspar)










martes, junio 12, 2018

PADRE ENRIQUE BENTVELZEN





El Padre Enrique Bentvelzen *1918 - +1981.

Enrique nació el 12 de diciembre de 1918 en un  pueblo llamado Monster, Holanda, hizo sus votos en nuestra Congregación de la Sagrada Familia y se ordenó sacerdote el 30 de julio de 1944. El primer tiempo después de su ordenación le resultó algo caótico, ya que después de la celebración de su- Primera Misa en su pueblo en el Norte del país a causa de los acontecimientos de la guerra le fue imposible retornar al Sur, donde se ubicaba la casa de su comunidad religiosa. Por lo tanto pasó la época denominada “El Invierno del Hambre” en su pueblo natal. Fue nombrado para Chile, pero su partida hacia le Misión demoró un buen tiempo, de modo que tuvo una buena oportunidad de dedicarse a una buena preparación para su trabajo en Chile.

 Por fin, pudo partir el 19 de marzo de 1947 para empezar justo su vida de misionero. No faltaban tareas,  puesto que el pequeño número de misioneros, que había empezado la Misión antes de la guerra, durante todo este período no había recibido ningún refuerzo de afuera. Recién en estos años de postguerra el trabajo pastoral pudo ser llevado a un buen desarrollo gracias a la llegada de nuevos compañeros.  De ahora en adelante la vida del padre Enrique estuvo unida estrechamente con la Misión en Chile, en la cual el mismo, a su vez,  imprimió claramente su sello.
El Padre Enrique comenzó su tarea pastoral en la parroquia de Santa  Rosa de Lima, que se ubica en un barrio popular de Santiago, donde vivía mucha gente pobre. Él les predicaba le Buena Nueva con el objetivo, que siempre le motivaba, de crear felicidad para ellos.   

                                             Para decir la verdad el padre no fue un hombre de una vida eclesial estrictamente ordenada de acuerdo a  las rúbricas vigentes y tampoco fue su ideal el de procurar que las personas en forma masiva y en un número lo más grande posible irían a cumplir obligaciones religiosas. Para él el Evangelio, en primer lugar, configuraba un mensaje alegre, sobre todo en el sentido de que la prioridad en su actividad pastoral siempre consistiera en tender la mano al hermano necesitado,  darle ánimo e inspirarlo para vivir con alegría. Su gran fuerza estaba puesta en su contacto personal con la gente. Era sensible para los asuntos, por la cuales la gente se preocupaba. Era capaz de escuchar por tiempo ilimitado y con una paciencia interminable con la gente, para ir en busca de alguna luz en la oscuridad. De esta manera pudo significar mucho para gran número de  personas, incluso, y no menos, para sus cohermanos de la congregación. 

Fueron ellos que supieron reconocer y apreciarlo como un hombre sereno con un corazón grande. Esto se nota por el hecho de que, después de un par de años, lo eligieron como asistente del superior regional y en el  año 1957 para la función de aquel. Incluso fue reelegido en el año 1965, para permanecer a continuación como  asistente de su sucesor.
La casa central de Santiago bajo su gestión  se convirtió en una verdadera casa central, a donde se iba con gusto y donde el mismo supo crear un ambiente agradable gracias a su genio apacible, y de buen humor. 
                                                                                                                                              También, siendo superior fue fundador de “La Puerta Abierta”, donde, posteriormente, él mismo siempre estaba “listo para servir” a la gente necesitada que en Chile nunca falta. Realmente tuvo una opción preferencial por los pobres, y su vida consistía en ayudarlos.

Su último viaje fue hacia Holanda donde arribó el 21 de mayo del año 1981. No se quejaba de su salud, aunque había experimentado ya algunos síntomas inquietantes. (Incluso el año anterior había sido hospitalizado en Chile) Pues era un optimista que entendía el arte de  dar ánimo no solo a otros, sino también a sí mismo. Afortunadamente no estaba consciente de la gravedad de su estado de salud. Después de una semana de estadía junto con su familia, llegó el momento que tuvo que ser hospitalizado con urgencia a causa de un desangramiento que en pocos días produjo su fallecimiento.
El Padre Enrique, al final, fue sepultado lejos de su gente a quienes había dedicado su vida y su afecto, pero permanece muy cerca en el corazón de  muchísima gente y no menos en el de sus cohermanos, para quienes en todo momento había sido un consejero con buen criterio. Quizás no ha realizado cosas espectaculares, pero, sin duda su vida ha sido de gran influencia en la vida de muchos para pasar haciendo el bien, como lo hizo su Maestro y como lo hizo él.                            
                                                                                                                                       Fuente: archivos de Holanda. Trad. Gaspar) 


miércoles, junio 06, 2018

PADRE SANTIAGO BOS





Padre Santiago Bos. * 5-12-1913, + 3-5-1982,

Santiago (Jaap)  nació el 5-12-1913, en un pueblo de agricultores de Holanda en la fiesta de San Nicolás (fiesta de regalos, muy celebrada en Los Países Bajos). Al terminar sus estudios de enseñanza media en 1929, siguió como estudiante en el seminario MSF de Kaatsheuvel, hizo votos el 8 de septiembre de 1934 y se ordenó sacerdote el 23 de julio de 1939. Tuvo un percance, pues al ser nombrado para Chile en los albores de la Misión, no pudo partir hacia allá a causa de la Segunda Guerra Mundial. Le resultaron demasiado largos los años de espera, ya que quiso entrar en acción sin demora. 

Tuvo que conformarse con cumplir pequeñas tareas, tal como inspector dentro del seminario, un año de práctica pastoral en Oudenbosch y pastoral auxiliar en Kaatsheuvel y Ámsterdam y al mismo tiempo estudiar español. También se enfermó seriamente, que no fue la única vez en su vida, pues siempre llevaba una salud precaria.     
A fines de 1946, por fin, pudo partir a Chile y trabajó sucesivamente en Coquimbo, Talca, y Santiago, Parroquia del Buen Consejo, donde todos lo conocieron como un sacerdote muy activo. No era precisamente el tipo de un sosegado pastor de almas que disponía de la cualidad de acompañar a la gente en conversaciones personales. Pero nunca nadie le solicitaba en vano algún servicio.

 En estos casos supo solucionar todo tipo de problemas y lograba lo que quería para su gente. Como buen organizador enfrentaba todo tipo de desafíos y era muy hábil de encontrar los medios para llevarlos a la realidad. De esta manera prestaba mucha ayuda, entre otras cosas, en la construcción de la escuela de las hermanas de la  Sagrada Familia en la parroquia de Buen Consejo. No podía dejar de ser activo. Durante sus primeras vacaciones en su patria, en que le tocó una estadía larga en el hospital, manifestó que iba a cuidar bien su salud pero no limitarse  en su trabajo.
Sus cohermanos supieron aprovechar bien sus buenas cualidades, cuando lo eligieron en el año 1965 como superior regional y posteriormente, en tres años más, como provincial. En esta función era reelegido, cada vez por tres años, hasta el año 1981. No fue una situación favorable en que asumió la dirección debido a la evolución de tipo político, social y eclesiástico en el país. El Padre Santiago no fue un hombre con una clara visión sobre la confusa realidad del momento y capaz de ejercer un gobierno bien equilibrado. Sin embargo, en todas partes era apreciado como un buen líder por su empeño, por el manejo hábil de su administración, su correspondencia extensa y, sobre todo, por el cuidado de su gente, a quienes brindaba su confianza  y en favor de  quienes salió en defensa, a veces hasta lo absurdo.

 Una persona, con quién tuvo un contacto más estrecho,   aunque solo por cartas, da testimonio, sin titubear, de que el padre en todo momento fue motivado por su fe sin complejos, la cual le impidió llegar a una progresismo extrema y  tampoco a un conservatismo temerosa, porque siempre esta fe lo hizo optar en favor de la felicidad de la gente. Para esto se comprometió con toda su persona, pues para esto el Señor lo había llamado y esto no fue más que cumplir con su deber.

 En el año 1981 su sucesor provincial le solicitó que se hiciera cargo de la administración económica, lo que aceptó con la mejor voluntad, pero por los resultados se notó que ya no era capaz a causa de su estado de salud. Este decaimiento también era notable durante su estadía en Holanda con ocasión de la Asamblea del Consejo de la Congregación. Cada vez debía retirarse para tomar descanso por razones de salud.  Hasta que llegó el momento que sus cohermanos ya no estaban en condiciones de brindarle la atención médica que necesitaba y se pensaba en repatriarlo a Holanda. En aquel momento resultó que el estado de su salud ya no lo permitía y una hospitalización tampoco fue recomendable, según el criterio de los médicos. Y nadie dudaba de que el padre prefería ir al cielo en vez de ir a una casa de salud para cuidados urgentes en Holanda. Pues muchas veces había manifestado que era su deseo de permanecer activo para siempre y de morir en Chile. Este deseo se cumplió... Falleció el 3 de mayo de 1982 y su sepulcro  se encuentra en Chile.                                                                                                                                                                 Mucha gente recordará siempre con gratitud del Padre Santiago, débil de salud, pero firme en su compromiso de misionero.                                                                          (Fuente: Archivos de Holanda, Trad. Gaspar.)


lunes, junio 04, 2018

PADRE CORNELIO TULEN





Padre Cornelio Tulen.

Cornelio nació el 23 de junio 1913 en un pueblo ubicado en una región que anteriormente había sido un lago extenso que fue recuperado al agua en Holanda. Después de cursar la enseñanza básica estuvo estudiando durante 3 años en un seminario diocesano. En el año 1930 continuó sus estudios junto con su hermano Martín en el seminario MSF de Kaatsheuvel donde ambos en adelante compartían los mismos cursos. Hizo sus primeros votos en el año 1934 y se ordenó sacerdote en el año 1939. Debido a su salud delicada no consiguió aprobación para ser misionero en países tropicales. Por lo tanto,  obligado por la Segunda Guerra Mundial, permaneció algún tiempo en la casa del seminario mayor dedicándose a actividades pastorales auxiliares y de bibliotecario. 

Finalmente fue nombrado con gran satisfacción de su parte (junto con el P.Santiago Bos) pastor en la ciudad de Ámsterdam, donde se destacó como un  predicador elocuente en fines de semana y jornadas espirituales parroquiales. No obstante, nunca abandonó su sueño de ser algún día misionero y comenzó a estudiar, junto con otros,  el idioma español. En el año 1945, al terminar la guerra, recibió el nombramiento para Chile, y en el año 1946, junto con su hermano, el Padre Martín, partió a Chile.
Lo que más impresión le causó al llegar fue la pobreza y necesidades sociales  reinantes. Sobre todo se sintió chocado al ver la falta de viviendas dignas para la gente.
  Siempre su manera de actuar fue algo de actor de teatro, pero no se limitó a proferir palabras retóricas para solucionar problemas, sino a  entrar en acción.

  Durante 26 años hasta el año 1961 trabajó en diferentes parroquias de Chile: hasta 10 años en la desértica Pampa Nortina. A continuación, hasta el año 1972 se desempeñó como fundador y coordinador de muchas cooperativas de ahorro y préstamos y cooperativas de consumo en las localidades del Norte Grande para  los mineros del cobre y de salitre. Desde su residencia en el la parroquia de Oficina Salitrera Pedro de Valdivia extendió su obra a varias localidades como Oficina María Elena, Chuquicamata y hasta Tocopilla. 

Motivado por la pobreza y las necesidades materiales de la gente se desenvolvió como un organizador bien preparado, que se atrevía emprender de todo para ir en ayuda de ellos. Él se jactaba de ser como un general de ejército neutralizando sus adversarios, pero en verdad logró solucionar grandes problemas relacionados con la administración de las cooperativas. Su fama recorrió por muchos lugares en la  Pampa. (Sus cohermanos, en broma, lo tildaban de “El terror de la Pampa” porque mandaba con mano firme a toda su gente.   
                                                                                       Cuando la región MSF de Chile se convirtió en provincia, en el mes de mayo de 1968, el Padre Cornelio fue nombrado para el puesto de ecónomo provincial.  Resultó que la colaboración con el la superioridad provincial no fue satisfactoria para ambos y el padre decidió de retirarse de Chile y volver a Holanda.  Fue difícil para él de resignarse con su opción, porque nunca pudo olvidar su trabajo y su gente de  Chile. Pero como persona realista se plegó a la realidad y  aceptó el puesto de párroco en una parroquia holandesa  donde permaneció hasta 1982. En este lugar se hicieron  patentes serios problemas de salud. Al final de este período pudo disfrutar de unos cuatro años de una ancianidad tranquila en la casa de Kaatsheuvel, donde cada vez más estaba consciente de su enfermedad incurable. Hombre de mucha imaginación en su estilo de hablar, al mismo tiempo fue capaz de enfrentar su salud precaria con sentido de realidad y con valentía. En su último día de vida pudo disfrutar de una  visita por parte del Padre Mateo Rietmeyer, que compartió con él recuerdos de su querido Chile y se despidió con un fuerte abrazo a lo chileno. En aquellos días el padre Cornelio recibió una carta del superior provincial de Chile de entonces, el Padre Juan Pablo, en que le dio su agradecimiento y reconocimiento por todo la obra enorme que había realizado en Chile en bien de los pobres.  Quizás había estado esperando un reconocimiento de este tipo por parte de sus superiores y pudo morir en paz y con toda tranquilidad el  23 de junio de 1986. Muchos recordarán para siempre a este misionero incansable de la Pampa Chilena.                                 (fuente: Archivos de Holanda. Trad. Gaspar.)