martes, junio 12, 2018

PADRE ENRIQUE BENTVELZEN





El Padre Enrique Bentvelzen *1918 - +1981.

Enrique nació el 12 de diciembre de 1918 en un  pueblo llamado Monster, Holanda, hizo sus votos en nuestra Congregación de la Sagrada Familia y se ordenó sacerdote el 30 de julio de 1944. El primer tiempo después de su ordenación le resultó algo caótico, ya que después de la celebración de su- Primera Misa en su pueblo en el Norte del país a causa de los acontecimientos de la guerra le fue imposible retornar al Sur, donde se ubicaba la casa de su comunidad religiosa. Por lo tanto pasó la época denominada “El Invierno del Hambre” en su pueblo natal. Fue nombrado para Chile, pero su partida hacia le Misión demoró un buen tiempo, de modo que tuvo una buena oportunidad de dedicarse a una buena preparación para su trabajo en Chile.

 Por fin, pudo partir el 19 de marzo de 1947 para empezar justo su vida de misionero. No faltaban tareas,  puesto que el pequeño número de misioneros, que había empezado la Misión antes de la guerra, durante todo este período no había recibido ningún refuerzo de afuera. Recién en estos años de postguerra el trabajo pastoral pudo ser llevado a un buen desarrollo gracias a la llegada de nuevos compañeros.  De ahora en adelante la vida del padre Enrique estuvo unida estrechamente con la Misión en Chile, en la cual el mismo, a su vez,  imprimió claramente su sello.
El Padre Enrique comenzó su tarea pastoral en la parroquia de Santa  Rosa de Lima, que se ubica en un barrio popular de Santiago, donde vivía mucha gente pobre. Él les predicaba le Buena Nueva con el objetivo, que siempre le motivaba, de crear felicidad para ellos.   

                                             Para decir la verdad el padre no fue un hombre de una vida eclesial estrictamente ordenada de acuerdo a  las rúbricas vigentes y tampoco fue su ideal el de procurar que las personas en forma masiva y en un número lo más grande posible irían a cumplir obligaciones religiosas. Para él el Evangelio, en primer lugar, configuraba un mensaje alegre, sobre todo en el sentido de que la prioridad en su actividad pastoral siempre consistiera en tender la mano al hermano necesitado,  darle ánimo e inspirarlo para vivir con alegría. Su gran fuerza estaba puesta en su contacto personal con la gente. Era sensible para los asuntos, por la cuales la gente se preocupaba. Era capaz de escuchar por tiempo ilimitado y con una paciencia interminable con la gente, para ir en busca de alguna luz en la oscuridad. De esta manera pudo significar mucho para gran número de  personas, incluso, y no menos, para sus cohermanos de la congregación. 

Fueron ellos que supieron reconocer y apreciarlo como un hombre sereno con un corazón grande. Esto se nota por el hecho de que, después de un par de años, lo eligieron como asistente del superior regional y en el  año 1957 para la función de aquel. Incluso fue reelegido en el año 1965, para permanecer a continuación como  asistente de su sucesor.
La casa central de Santiago bajo su gestión  se convirtió en una verdadera casa central, a donde se iba con gusto y donde el mismo supo crear un ambiente agradable gracias a su genio apacible, y de buen humor. 
                                                                                                                                              También, siendo superior fue fundador de “La Puerta Abierta”, donde, posteriormente, él mismo siempre estaba “listo para servir” a la gente necesitada que en Chile nunca falta. Realmente tuvo una opción preferencial por los pobres, y su vida consistía en ayudarlos.

Su último viaje fue hacia Holanda donde arribó el 21 de mayo del año 1981. No se quejaba de su salud, aunque había experimentado ya algunos síntomas inquietantes. (Incluso el año anterior había sido hospitalizado en Chile) Pues era un optimista que entendía el arte de  dar ánimo no solo a otros, sino también a sí mismo. Afortunadamente no estaba consciente de la gravedad de su estado de salud. Después de una semana de estadía junto con su familia, llegó el momento que tuvo que ser hospitalizado con urgencia a causa de un desangramiento que en pocos días produjo su fallecimiento.
El Padre Enrique, al final, fue sepultado lejos de su gente a quienes había dedicado su vida y su afecto, pero permanece muy cerca en el corazón de  muchísima gente y no menos en el de sus cohermanos, para quienes en todo momento había sido un consejero con buen criterio. Quizás no ha realizado cosas espectaculares, pero, sin duda su vida ha sido de gran influencia en la vida de muchos para pasar haciendo el bien, como lo hizo su Maestro y como lo hizo él.                            
                                                                                                                                       Fuente: archivos de Holanda. Trad. Gaspar)