martes, mayo 22, 2018

PADRE JUAN REINDERS M.S.F..




Padre Juan Reinders. *17-08-1908, +28-03-1988.


Juan nació en un sector rural de Holanda. Desde muy niño sintió la vocación al sacerdocio, pero el cura de su pueblo le recomendó mejor hacerse un buen padre de familia. En aquel tiempo era el párroco que tomaba la  decisión en estos temas. No correspondía oponerse al criterio del cura. Tuvo que esperar a otro párroco y, por el momento, no le quedó otro camino sino ir a trabajar en el campo.
Mientras tanto Juan no desistió de su propósito y  apenas que hiciera su entrada el nuevo cura, Juan, ahora con la edad de 20 años,  le compartió su deseo y el padre lo puso en contacto con el seminario MSF de Kaatsheuvel. Con todo esto adquirió la perseverancia y espíritu de trabajo indispensables para superar la dificultad que significaba el comenzar sus estudios a una edad algo más avanzada. Se ordenó sacerdote en el año 1941 y, durante la guerra, fue nombrado para Chile, hacia donde recién pudo partir en el año 1946.

En Chile hacía  buen uso de sus talentos para trabajar con intensidad y creatividad  para encontrar soluciones  para todos los  problemas diarios que se presentaran en la iglesia y casa parroquial. En su nueva patria se sentía como pez en el mar. Fue un trabajador incansable, a veces, en parroquias extensas como una provincia entera.  El tiempo más largo lo pasó predicando, consolando, animando ayudando, carpinteando y cavando  en el pueblo de Llanquihue ubicado al lago del mismo nombre mirando el volcán nevado al fondo. 

Cuando uno lee la historia de su vocación, se  comprende en qué manera quería identificarse con los marginados, y en qué forma, a veces, recurrió a actitudes de ser astuto para conseguir los medios, con los cuales podía ayudar a sus pobres. 

El padre se alegraba con el clima de la Iglesia de Chile de aquellos años, en que los obispos se opusieron a la arbitrariedad y tiranía del gobierno de entonces. El régimen no pudo contar con ninguna palabra favorable por parte de él, pues los pobres tenían su preferencia.
Un visitante (El P. Francisco v. d. Wiel) recuerda de cómo el padre Juan se preocupaba por la suerte de los desocupados de Llanquihue más que por su propia suerte marcada por el cáncer. Y cómo, recién llegado de Holanda,  pálido y delgado, cansado y con las  mejillas sumidas, sin tardar partió en bus a Llanquihue para, a causa de su colega enferma, celebrar y predicar en cinco misas durante el fin de semana.  
                                             
                                                              
Sin abandonar su trabajo y sus pobres, siempre servicial y  feliz en su residencia parroquial (la cual hábilmente había provisto de una variedad de novedades técnicas), cerca del Señor y su Iglesia, el Padre Juan esperaba tranquilo la seña del Señor para partir a la Casa del  Padre 
  
                                    En sus últimos días le fue otorgada una condecoración por parte del gobierno de Holanda. No la había esperado, no la había buscado. No alcanzó a lucirla. Pero este misionero, sin duda, recibió una decoración de otro tipo: el premio para un servidor bueno y fiel del Señor que dijo: “Ya que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré mucho más. Ven a alegrarte conmigo”. (Mat. 25)  

                                     (Fuente: Archivos de Holanda. Trad. Gaspar.)