sábado, septiembre 09, 2017

ATERRIZANDO EN CHILE





Aterrizando en Chile: Valparaíso, Santiago, Linares, Yerbas Buenas.
(Cuenta el P. Juan:) Cuando en nuestro viaje marítimo salimos del Canal de Panamá llegamos  al Océano Pacífico y arribamos luego al  puerto de Buenaventura, donde quedamos con la impresión de que todo estaba muy desolado y desordenado y nos preguntamos: ¿Cómo será la situación  que encontraremos cuando avanzamos más al Sur del continente? Pero felizmente  no quedamos desilusionados. Las ciudades  de  Arica y de  Antofagasta  mostraron  una imagen mucho más favorable. En muchos aspectos se observaba un aire europeo. Sobre  todo, cuando paseábamos  por las calles de Valparaíso notamos poco de lo primitivo, tal como lo habíamos observado más al Norte. En este primer viaje no vimos mucho de Santiago. Cuando llegamos se estaba comenzando  a obscurecer y en la mañana siguiente a las diez ya nos encontramos en el tren hacia Linares. De todas maneras desde las ventanas del hotel veía encima de las fachadas de las calles las luces intermitentes de la publicidad comercial. Podría haber sido una calle de cualquiera ciudad de Holanda.
Para volver a mencionar el Hotel ODDO: cuando habíamos reservado habitaciones en la escalera del hotel nos encontramos con un sacerdote chileno. Cuando este último supo quienes éramos, para qué venimos y a dónde  nos dirigíamos, nos invitó a ir al convento al que pertenecía. Era uno de los padres del la Congregación del Sacratísimo Sacramento  que estaban a cargo de  la gran Basílica en calle Arturo Prat. En aquel tiempo este templo estaba  en proceso de construcción  todavía. Puesto que ya habíamos reservado  piezas  y que era muy tarde, decidimos pasar la noche en el hotel. Acordamos de ir al convento  temprano en la mañana del otro día  A las seis de la siguiente mañana estuvimos sentados ya en el taxi que nos llevó a la calle Arturo Prat. Allí celebramos nuestra primera misa en Chile. Tomamos desayuno junto con los padres presentes, que en su mayoría eran franceses, visitamos las obras de  la construcción del nuevo templo y como a las diez nos encaminamos a la estación para tomar el tren a Linares.
Alrededor de las cuatro de la tarde llegamos a Linares. En el andén del tren de nuevo  nos encontramos con un sacerdote. Pensábamos que él viniera a acogernos, pero esto no fue el caso. EL se encontraba allí para tomar el tren para viajar más al Sur. Sin embargo nos entregó algunas indicaciones útiles para encontrar la casa del obispo. Tomamos un taxi y pronto llegamos al destino. Sin embargo el obispo no se encontraba en casa y el vicario del obispo no sabía que  estuvimos por llegar. Ciertamente había llegado un telegrama dirigido al Obispo, pero en vista que   no sabía nada de nuestra llegada, el padre no lo había abierto.
Mientras que estábamos conversando,  por casualidad entró en el lugar el superior de los Salesianos que tienen una comunidad  en esta  ciudad. Cuando se dio cuenta de qué se trataba,  nos invitó a acompañarlo al convento suyo. Tenían suficiente espacio para alojados, mientras que  en la casa del obispo no existía esta oportunidad,  por lo menos no para cuatro personas.
Nuestra permanencia en casa de los Salesianos duró una semana. En aquella semana ya pudimos entrever algo de lo que pasa habitualmente en una parroquia chilena. Tratamos de hablar castellano. Vimos cómo se celebraba  el “Mes de María”. Escuchamos cómo se  tocaban  las campanas.



En el colegio de  los Salesianos un par de  niños tuvieron que  bailar la cueca (uno de los bailes nacionales de Chile) para los padres extranjeros. La misma noche, (era un sábado aquel día) durante la cena el superior hizo saber cómo los distintos padres podrían ir a celebrar la misa en alguna capilla. Al parecer existía una cantidad de capillas más numerosa  que la cantidad de padres disponibles. De este modo a mí me invitaron a celebrar misa, la siguiente mañana,  en el Sagrario o sea el templo del obispo. Junto con otro padre fuimos hasta allá  trasladados en una carroza  El me acompaño al lugar de mi destino y el mismo prosiguió viaje. De esta manera cumplí por primera vez mi función de pastor en Chile. Después de la misa tomé desayuno con un padre francisco que había celebrado misa antes de mí. Tratamos de llevar adelante una conversación pero aquella resultó algo difícil. Al final dijo algo que entendí bastante  bien: “Usted habla muy poco castellano todavía”
En los primeros días  de la nueva semana salimos  con el obispo, (que entretanto había vuelto a su casa) para echar un vistazo en Yerbas Buenas, donde a  fines de la semana íbamos a quedarnos definitivamente. El día viernes fuimos juntos en el auto del obispo a nuestra nueva casa. El día anterior había llovido  copiosamente.  Cuando nos encontramos ya cerca del pueblo de Yerbas  Buenas, topamos con una parte de camino inundada.  El auto no pudo travesar por allí, entonces volvimos a Linares. Allí el Hermano Canicio y Antonio Peters (¿?) tomaron el tren que pasaba   por Yerbas Buenos. El Padre Verheugd y yo fuimos el día siguiente.
Inmediatamente nos encontramos plenamente involucrados en las tareas parroquiales.  El Sábado en la noche,  mientras que todavía ordenado baúles y cajas sin abrir, llegó la hora de la  celebración del Mes de María. Pero felizmente la gente misma hacía lo que había que hacer. Vinieron a tocar las campanas, empezaron con los rezos, a cantar canciones y a leer  lecturas. Desde un  puesto de al lado lo estuve observando. Resultó que todo pasaba sin ningún problema. Solamente al fin de la celebración nos vinieron a pedir la bendición con el Santísimo. Pero esto fue imposible puesto que no había presencia del Santísimo en la iglesia.  Les respondimos que esto sería posible al día siguiente.
La siguiente mañana, ya antes de las ocho, alguien golpeó la puerta. Se presentó una familia que vino con un niño para ser bautizado. Un rato más lo bauticé.  A las ocho se celebró la primera misa. por el Padre Cristián Verheugd.y a las nueve llegó un  auto del fundo Abranquil oara recoger a mí para hacer la misa en la capilla del fundo. (Un fundo es una empresa agrícola grande) El P. Verheugd celebró la segunda misa también en la iglesia parroquial a las diez y media. En la noche otra vez se rezó el Mes de María con  exposición y bendición con el Santísimo al final de la celebración.
Todas estas cosas estaban pasando  mientras que nosotros prácticamente no tuvimos la habilidad de  hablar el idioma del país. Es que yo fui el último en ser nombrado para ir a Chile; lo que sucedió el 8 de septiembre. El 18 de septiembre  (de 1938) nos embarcamos y el 27 de noviembre nos encontramos ya en  Yerbas Buenas en medio de las actividades parroquiales. No había ningún otro sacerdote para introducirnos. Menos mal que  la totalidad de la liturgia en aquel tiempo se celebraba aún en latín.





Posteriormente nos hemos hecho la pregunta: que era lo que nos motivó a hacer todo en forma tan apurada. Indudablemente podríamos haber encontrado algún lugar para acostumbrarnos algo antes de entrar a la práctica del servicio pastoral. Pasamos por Valparaíso y Santiago, como si no hubiese ningún otro religioso en el país y nosotros los únicos católicos. Fue por pura casualidad que nos topamos con aquel sacerdote de la calle Arturo Prat. Igual que el hecho de que pudimos pasar por toda una semana con los Salesianos en Linares.

Después del primer domingo nos habría gustado trasladarnos  a Yerbas Buenas inmediatamente, pero el Superior de los Salesianos no quería saber nada de eso. Tuvimos que quedarnos por una semana con ellos. El tenía la razón. La casa de Yerbas Buenas era una casa vacía  y en el pueblo no se vendía nada  sino pan, azúcar, sal y otras pocas cosas de uso doméstico. Posteriormente se ha hecho la pregunta por qué primero no habíamos  tomado contacto  con algunas congregaciones o comunidades religiosas. Esto realmente habría sido conveniente. Pero también en Holanda no se  sabía nada de Chile. Además toda nuestra congregación era una congregación muy joven todavía con muy poca experiencia de Misiones.                   (Trad. Gaspar)