ATERRIZANDO EN CHILE
Aterrizando en
Chile: Valparaíso, Santiago, Linares, Yerbas Buenas.
(Cuenta el P. Juan:) Cuando en nuestro viaje marítimo
salimos del Canal de Panamá llegamos al
Océano Pacífico y arribamos luego al puerto de Buenaventura, donde quedamos con la
impresión de que todo estaba muy desolado y desordenado y nos preguntamos:
¿Cómo será la situación que
encontraremos cuando avanzamos más al Sur del continente? Pero felizmente no quedamos desilusionados. Las ciudades de
Arica y de Antofagasta mostraron una imagen mucho más favorable. En muchos
aspectos se observaba un aire europeo. Sobre todo, cuando paseábamos por las calles de Valparaíso notamos poco de
lo primitivo, tal como lo habíamos observado más al Norte. En este primer viaje
no vimos mucho de Santiago. Cuando llegamos se estaba comenzando a obscurecer y en la mañana siguiente a las
diez ya nos encontramos en el tren hacia Linares. De todas maneras desde las
ventanas del hotel veía encima de las fachadas de las calles las luces intermitentes
de la publicidad comercial. Podría haber sido una calle de cualquiera ciudad de
Holanda.
Para volver a mencionar el Hotel ODDO: cuando habíamos reservado
habitaciones en la escalera del hotel nos encontramos con un sacerdote chileno.
Cuando este último supo quienes éramos, para qué venimos y a dónde nos dirigíamos, nos invitó a ir al convento
al que pertenecía. Era uno de los padres del la Congregación del Sacratísimo
Sacramento que estaban a cargo de la gran Basílica en calle Arturo Prat. En
aquel tiempo este templo estaba en
proceso de construcción todavía. Puesto
que ya habíamos reservado piezas y que era muy tarde, decidimos pasar la noche
en el hotel. Acordamos de ir al convento
temprano en la mañana del otro día A las seis de la siguiente mañana estuvimos sentados
ya en el taxi que nos llevó a la calle Arturo Prat. Allí celebramos nuestra
primera misa en Chile. Tomamos desayuno junto con los padres presentes, que en
su mayoría eran franceses, visitamos las obras de la construcción del nuevo templo y como a las
diez nos encaminamos a la estación para tomar el tren a Linares.
Alrededor de las cuatro de la tarde llegamos a Linares. En
el andén del tren de nuevo nos
encontramos con un sacerdote. Pensábamos que él viniera a acogernos, pero esto
no fue el caso. EL se encontraba allí para tomar el tren para viajar más al
Sur. Sin embargo nos entregó algunas indicaciones útiles para encontrar la casa
del obispo. Tomamos un taxi y pronto llegamos al destino. Sin embargo el obispo
no se encontraba en casa y el vicario del obispo no sabía que estuvimos por llegar. Ciertamente había
llegado un telegrama dirigido al Obispo, pero en vista que no sabía nada de nuestra llegada, el padre
no lo había abierto.
Mientras que estábamos conversando, por casualidad entró en el lugar el superior
de los Salesianos que tienen una comunidad
en esta ciudad. Cuando se dio cuenta
de qué se trataba, nos invitó a
acompañarlo al convento suyo. Tenían suficiente espacio para alojados, mientras
que en la casa del obispo no existía
esta oportunidad, por lo menos no para
cuatro personas.
Nuestra permanencia en casa de los Salesianos duró una
semana. En aquella semana ya pudimos entrever algo de lo que pasa habitualmente
en una parroquia chilena. Tratamos de hablar castellano. Vimos cómo se celebraba
el “Mes de María”. Escuchamos cómo
se tocaban las campanas.
En el colegio de los
Salesianos un par de niños tuvieron
que bailar la cueca (uno de los bailes
nacionales de Chile) para los padres extranjeros. La misma noche, (era un
sábado aquel día) durante la cena el superior hizo saber cómo los distintos
padres podrían ir a celebrar la misa en alguna capilla. Al parecer existía una
cantidad de capillas más numerosa que la
cantidad de padres disponibles. De este modo a mí me invitaron a celebrar misa,
la siguiente mañana, en el Sagrario o
sea el templo del obispo. Junto con otro padre fuimos hasta allá trasladados en una carroza El me acompaño al lugar de mi destino y el
mismo prosiguió viaje. De esta manera cumplí por primera vez mi función de
pastor en Chile. Después de la misa tomé desayuno con un padre francisco que
había celebrado misa antes de mí. Tratamos de llevar adelante una conversación
pero aquella resultó algo difícil. Al final dijo algo que entendí bastante bien: “Usted habla muy poco castellano
todavía”
En los primeros días
de la nueva semana salimos con el
obispo, (que entretanto había vuelto a su casa) para echar un vistazo en Yerbas
Buenas, donde a fines de la semana
íbamos a quedarnos definitivamente. El día viernes fuimos juntos en el auto del
obispo a nuestra nueva casa. El día anterior había llovido copiosamente.
Cuando nos encontramos ya cerca del pueblo de Yerbas Buenas, topamos con una parte de camino
inundada. El auto no pudo travesar por
allí, entonces volvimos a Linares. Allí el Hermano Canicio y Antonio Peters (¿?)
tomaron el tren que pasaba por Yerbas Buenos. El Padre Verheugd y yo
fuimos el día siguiente.
Inmediatamente nos encontramos plenamente involucrados en
las tareas parroquiales. El Sábado en la
noche, mientras que todavía ordenado baúles
y cajas sin abrir, llegó la hora de la
celebración del Mes de María. Pero felizmente la gente misma hacía lo
que había que hacer. Vinieron a tocar las campanas, empezaron con los rezos, a
cantar canciones y a leer lecturas.
Desde un puesto de al lado lo estuve
observando. Resultó que todo pasaba sin ningún problema. Solamente al fin de la
celebración nos vinieron a pedir la bendición con el Santísimo. Pero esto fue
imposible puesto que no había presencia del Santísimo en la iglesia. Les respondimos que esto sería posible al día
siguiente.
La siguiente mañana, ya antes de las ocho, alguien golpeó la
puerta. Se presentó una familia que vino con un niño para ser bautizado. Un
rato más lo bauticé. A las ocho se
celebró la primera misa. por el Padre Cristián Verheugd.y a las nueve llegó un auto del fundo Abranquil oara recoger a mí
para hacer la misa en la capilla del fundo. (Un fundo es una empresa agrícola
grande) El P. Verheugd celebró la segunda misa también en la iglesia parroquial
a las diez y media. En la noche otra vez se rezó el Mes de María con exposición y bendición con el Santísimo al
final de la celebración.
Todas estas cosas estaban pasando mientras que nosotros prácticamente no tuvimos
la habilidad de hablar el idioma del
país. Es que yo fui el último en ser nombrado para ir a Chile; lo que sucedió
el 8 de septiembre. El 18 de septiembre
(de 1938) nos embarcamos y el 27 de noviembre nos encontramos ya en Yerbas Buenas en medio de las actividades parroquiales.
No había ningún otro sacerdote para introducirnos. Menos mal que la totalidad de la liturgia en aquel tiempo se
celebraba aún en latín.
Posteriormente nos hemos hecho la pregunta: que era lo que
nos motivó a hacer todo en forma tan apurada. Indudablemente podríamos haber
encontrado algún lugar para acostumbrarnos algo antes de entrar a la práctica
del servicio pastoral. Pasamos por Valparaíso y Santiago, como si no hubiese ningún
otro religioso en el país y nosotros los únicos católicos. Fue por pura
casualidad que nos topamos con aquel sacerdote de la calle Arturo Prat. Igual
que el hecho de que pudimos pasar por toda una semana con los Salesianos en
Linares.
Después del primer domingo nos habría gustado
trasladarnos a Yerbas Buenas inmediatamente,
pero el Superior de los Salesianos no quería saber nada de eso. Tuvimos que
quedarnos por una semana con ellos. El tenía la razón. La casa de Yerbas Buenas
era una casa vacía y en el pueblo no se
vendía nada sino pan, azúcar, sal y
otras pocas cosas de uso doméstico. Posteriormente se ha hecho la pregunta por
qué primero no habíamos tomado
contacto con algunas congregaciones o comunidades
religiosas. Esto realmente habría sido conveniente. Pero también en Holanda no
se sabía nada de Chile. Además toda
nuestra congregación era una congregación muy joven todavía con muy poca
experiencia de Misiones.
(Trad. Gaspar)
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