jueves, diciembre 22, 2011

LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS

La expresión «plenitud de los tiempos» tiene una dimensión que podríamos definir «histórica», porque nos recuerda que el año que está llegando a su fin nos acerca a grandes pasos al inicio del tercer milenio. Sin embargo, con esa expresión, que se encuentra en la carta a los Gálatas, san Pablo desea evocar una dimensión más profunda que se refiere a todo lo que se realizó en la cueva de Belén: «envió Dios» al mundo «a su Hijo, nacido de mujer» (Ga 4, 4). En estas palabras revive el acontecimiento misterioso de la Noche santa: el unigénito y eterno Hijo de Dios «por obra del Espíritu Santo, se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre» (Símbolo niceno-constantinopolitano). Entró en la historia de los hombres y, en cierto sentido, la superó.
En efecto ¿de qué otra manera puede definirse la entrada de Dios en la historia sino como superación de la historia misma? Cuando Dios se hizo hombre, el tiempo, en su sucesión de años, de siglos y de milenios, es introducido en la dimensión de la eternidad divina: al venir al mundo, mediante su Hijo unigénito, Dios quiso unir entre sí las dimensiones del tiempo y de la eternidad. 

En el contexto de su visita a su prima Isabel María canta su Magníficat.Con palabras del libro primero Samuel (2,1ss) María expresa la certeza de estar en la PLENITUD DE LA HISTORIA
La historia escrita en la biblia se puede resumir como:
  • Tiempo de caos y creación, 
  • Tiempo de gracia y espacio de libertad, 
  • Tiempo de pecado y desorientación, 
  • Tiempo de llamada y de promesas, 
  • Tiempo de opresión y liberación, 
  • Tiempo de desierto y de Alianza, Una tierra para un pueblo, 
  • Tiempo de exilios y profecía, 
  • Plenitud de los tiempos en Cristo, 
  • Tiempo para la Iglesia peregrina al servicio del Reino que espera la Parusía del Señor.