jueves, mayo 02, 2019

Mensaje de la Asamblea General de Superioras y Superiores Mayores





Mensaje de la  Asamblea General de Superioras y Superiores Mayores
“…pero tu dejaste el mejor vino para el final” (Juan 2, 10)
Hermanas y Hermanos:
1.-Reunidos en Asamblea general anual de la Conferencia de Religiosos de Chile, un gran grupo de representantes de la Vida Religiosa del país queremos acercarnos por este medio, para com-partir con ustedes lo que hemos experimentado, reflexionado y caminado en este encuentro, con-templando al icono de las Bodas de Caná que nos ha propuesto la Conferencia de Religiosos de América Latina y el Caribe- CLAR, para este trienio 2018-2021.
2. También nosotros y nosotras somos invitados con Jesús y sus discípulos a esta fiesta de alian-za, vivida con alegría y entusiasmo, en la que nos encontramos sorpresivamente con María, que ya estaba allí. Bajo su mirada hemos podido reconocer, en medio de tanto bien que el Espíritu realiza a través de nuestra vocación en esta boda, la falta de vino en algunos ámbitos de nuestra propia vida religiosa: pesimismo estéril, comunidades en las que se vive el maltrato, adormecidas, con escasa llegada al mundo de los jóvenes de hoy, con abusos de poder, situaciones todas que van dejando cicatrices a personas a las que se les ha destrozado su capacidad de amar. Frente a esta realidad, nuestra fe está siendo desafiada a buscar signos de vida y esperanza, a transformar nuestros estilos de relación, a ver en los jóvenes el ahora de Dios, estar en los espacios don-de ellos están y ver en cada joven una tierra sagrada donde hay que entrar a pie descalzo, a trabajar ahora en los cimientos de la reconstrucción, impulsados con la confianza y claridad con que María aconseja a los sirvientes: hagamos lo que él nos diga, hagámoslo.
3. Como servidoras y servidores libres, también queremos llenar hasta arriba las estériles tinajas de piedra de la purificación. Nos sentimos invitados e invitadas a dejarnos guiar por este amado Jesús que nos transforma y convierte en discípulos y discípulas que escuchan, que se hacen car-go de las situaciones difíciles que enfrentamos, que servimos, que damos espacio para el protagonismo real de los jóvenes, que queremos estar atentos a las necesidades de los demás, con ojos admirados para mirar el trigo que hay en medio de la cizaña, que acompañan, que dan res-puesta y se adelantan a las necesidades de nuestros hermanos y hermanas, que comparten la vida. Así colaboramos en el surgimiento del vino nuevo que nos trae en abundancia Jesús, y que hace revivir la fiesta del Reino.
4. Es un vino nuevo inesperado, un fruto que no hemos cultivado, y que nos lleva a valorar y comprometernos con los distintos dones de la sinodalidad que nos propone Jesús y que están creciendo entre nosotros y nosotras: la fraternidad, la complementariedad, la diversidad, la humanización, la crisis como oportunidad de vida nueva, el laicado que colaborativamente saca adelante la misión de la Iglesia en el mundo de hoy, el trabajo en redes, el permanecer en la fidelidad como lo hizo María, que permanece antes, durante y después en el proceso de la vida y el evangelio de su hijo.
5. Hermanas y hermanos, nos sentimos llamados a continuar la fiesta del Reino. Desde nuestra Asamblea, les invitamos a la alegría y a la confianza, estando presentes, sensibles, valorando la diaconía de tantas personas que construyen en silencio la Iglesia de cada día, viviendo desde dentro las situaciones cotidianas, como María en Caná, que nos provoca a volver a centrar nuestra mirada y nuestra vida en Jesús.

Padre Hurtado, 30 de abril 2019.