viernes, diciembre 07, 2018

LA PRINCESA AZOTEA




 La Princesa Azotea.

cuento de Godfried Bomans


Sucedió hace muchísimos años, bien es cierto que no en la época que los animales aún podían hablar, pero eso sí, antes que naciera mi abuela. Más o menos en aquellos años vivía el Rey Boruba. ¿Oíste alguna vez este nombre de Rey Boruba? ¿No? Entonces antes que sea tarde debe ser escrita esta historia. Pues el tiempo actual es un tiempo de riesgo para los escritores de cuentos de hadas. Fácilmente puede ser atropellado por un tranvía o un auto que pasa muy de prisa. Este hecho podría quitar para siempre a la humanidad, la posibilidad de escuchar alguna vez algo sobre el Rey Boruba. ¿Pero es cierto que jamás oíste algo de Rey Boruba? ¡Qué extraño! ¿Qué significa la fama en este mundo?... Si hubieras preguntado en el tiempo del Rey Boruba: “Pues: ¿quién es este Rey Boruba?” Inmediatamente todos los niños de la calle se habrían burlado de ti. La gente habría dudado si estuvieras bien de cabeza, siempre si existiese aún tal oportunidad, puesto que, en aquel tiempo, entre las policías existía la costumbre de cortar la cabeza a cualquiera persona que ignoraba la existencia del Rey Boruba. Esto ahorraba problemas judiciales y le quitaba las ganas de expresar sus opiniones a todos escépticos aún existentes. A nadie estaba permitido dudar del Rey Boruba. Si él estimaba que la azalea fuera la flor más bonita, la azalea ERA la flor más bonita. Si él estimaba que las campanas del campanario del templo de San Martín dieron mejor sonido que las campanas de la basílica de San Juan, entonces las campanas de San Martín ERAN definitivamente de mejor sonido. Alguien que apreciaba un clavel por encima de una azalea, o que prefería el sonido del carillón más que una campana de San Martín, a él le cortaban la cabeza. Y, para decir la verdad, cada uno de nosotros valora su propia cabeza. De la misma manera pensaba la gente en aquellos tiempos remotos; todos se quedaron callados y decían que el rey era un hombre de principios fijos. Supongo que sabes lo que son principios fijos. A veces en una conversación aparecen de repente los principios fijos y esto no es grato. “Perdóneme, Señor, dice entonces alguien que habitualmente es una persona muy amable: “usted acomete mis principios”. Y cada uno de los presentes pone su vaso en la mesa y mira serio hacia adelante con una cara seria.

Ahora bien, los principios del Rey Boruba no eran más que 3 y si hayas   escuchado cuáles son, dirás para ti mismo: “No te puedo creer, ¿Son estos y no otros los principios del Rey Boruba?
El primero consistía en el juego de mesa: Juanito-¿dónde-estás? que se jugaba exactamente a las 4 de la tarde. Era de la mayor importancia que se mantenía este juego a la hora exacta y que se observaba todos los requisitos: las fichas, la cajita de terciopelo en la cual debían ser guardadas, (No correspondía la cajita satinado para esto) las nueces de pimiento, el ministro del interior ubicado en un rincón de la pieza con los ojos vendados y todo lo que nos parece divertido en alto grado, pero que en aquel entonces fue un principio, un verdadero principio. Aquel que jugaba mal el juego era sospechoso, y aquel que no conocía el juego, tuvo que abandonar el país.
El segundo principio fue el paseo diario en coche a las 5 de la tarde. Sólo demoraba un cuarto de hora: pasando por la avenida de las encinas, alrededor de la pileta de peces y en seguida el regreso. Muy largo no era, pero era un principio.  El pueblo colocado en veinte filas estaba a la espera y cuando pasaba el coche, todos levantaban el sombrero en alto y gritaban al mismo momento “Viva”. El Rey, apoyándose de espaldas sobre un cojín armiñado gozaba visiblemente y, por eso, pensaba que otros también disfrutaran de eso. Pero la princesa, su hija, lo odiaba. Estaba sentada a su derecha en el coche, colorada de vergüenza y contaba con los dedos los minutos, uno, dos, tres hasta quince. Hasta que terminaba todo.
Sobre la princesa debes saber algo más. Se llamaba Azotea. Es una lástima. A mí me habría gustado que su nombre fuera Beatriz o Anita o Evangelina u otro nombre que al contador de cuentos le gusta escribir, pero no hay remedio.
Es que el Rey, siempre quiso tener un sucesor hombre, cuando supo que había nacido una hija en vez de un hijo, subió a la azotea del palacio muy enojado y se quedó allí, gritando y dando patadas en el suelo, hasta que se le pasara su rabia. Y a partir de este momento llamaron a la princesa: Azotea.  
Ella no tenía una vida feliz; su madre murió cuando ella cumplió 3 años y puesto que no tenía ningún hermano, para las comidas tenía que sentarse cada día sola con su padre a la mesa dentro de una sala grande y fría. No era nada agradable. El Rey, a causa de una dolencia estomacal sólo debía comer cazuela de porotos y de este modo toda la corte real comía durante todos los días del año solamente cazuela de porotos. Este era el tercer principio. En la noche de año nuevo, cuando todo el mundo con caras alegres disfrutaba de las empanadas, los cortesanos revolvían suspirando su plato de sopa de porotos número 365 y con los ojos cerrados metieron la cuchara en la boca. Pues sopa de porotos sería buena para el estómago. Para decir la verdad, no siempre esta norma se cumplía a la letra; cada uno escondía en su manga de camisa una salchicha o un pancito caliente, y cuando el maestro de ceremonias no miraba, se sirvieron rápidamente un bocadillo. No era mucho, pero al no estar permitido, era divertido doblemente. Pero la pobre princesa, sentada frente a su padre y cada vez que elevaba sus ojos tímidamente a su padre, su mirada se fijó en el rostro desconfiado del rey Boruba, que solía decir: “¿Hasta cuándo esperas a tomar bocado”? Entonces muy obediente tomaba su bocado.
Ahora, no sabemos si fuera a causa de la sopa de porotos o por ser ella una princesa de sangre azul, sin embargo, cada día se hizo más hermosa. Cada vez cuando salió a su paseo en coche (por la avenida de los encinos, alrededor de la pileta hasta retornar) la gente decía: “ !No, ya no podrá llegar a ser aún más hermosa, realmente estar más hermosa es imposible!” Y, sin embargo, el día siguiente se hizo aún mas bella: otro poco más roja la boca, otro poco más brillante su pelo, otro poco más brillantes sus ojos, algo más delicada aún su tierna figura.
Pero las madres, que estaban al lado del camino, susurraban: “Tan triste que mira. Jamás se ve una sonrisa en aquella boca tan graciosa. ¿Qué será lo que está pasando en este pequeño corazón?”  Pero los papás murmuraban: “Es la sopa de porotos que tiene la culpa, mujer, no hay que buscar razones más profundas. Es nada más que la sopa de porotos. Ninguna persona a lo largo soporta esto: tres platos día cada. También los cortesanos hablaban de esto. Pero el rey no notó nada; comía su sopa de porotos, jugaba el juego Juan- dónde-estás, hacía su paseo en coche y estaba feliz.
Ahora ya sabes bastante del rey y de la princesa para evaluar correctamente los acontecimientos por venir. He esperado largo tiempo; ahora no debo dejarte curioso, aunque me gustaría quedarme callado, ya que es terrible, terrible lo que tengo que contarte.
Un día ¡atención!, en que el rey salió de paseo con el coche, la princesa se veía tan hermosa, tal como estaba sentado ruborizada y con los ojos bajados, sucedió que un mozo de carnicero vecino ya no pudo controlarse, trepó el estribo del coche y la dio un beso sonoro. El susto fue grande. El juez presente dictó sentencia: debía ser decapitado y transformado en salchichas en el negocio de su empleo anterior y ofrecido en venta. Pero quien es capaz de describir la consternación, cuando el día siguiente, un comerciante de comestibles, realmente un hombre de quién nadie esperaba tal cosa, saltó al coche por detrás y dio un beso ruidoso a la princesa en el cuello. El rey se volvió totalmente aturdido: a las policías les ordenó, para el día siguiente, formar una guardia doble, lo que hicieron. Pero un integrante joven de la policía no logró controlarse y sin quitarse el casco le dio un beso a la princesa. “! Qué vergüenza”, grito el rey y “¡Qué vergüenza!” gritó también el maestro de ceremonias que se encontró al fondo del coche. Estaba por 67 años en servicio del rey, pero algo parecido, dijo, jamás había visto. Pero, cuando dejó abierta la portezuela del coche para que saliera la princesa, se olvidó de sus 67 años de servicio, de sus tres condecoraciones colgadas sobre su chaqueta y la medalla de honor, que guardaba en un cajón de su casa, y le dio repentinamente un beso.
Si, ¡Tales cosas sucedieron en aquel tiempo!  ¡A veces se oye decir, que vivimos en un siglo extraño, pero cosas de este tipo sucedieron en aquel tiempo!
El rey inmediatamente convocó a todos los ministros, pues, como dijo: esto no era algo para la broma. Bueno, esto no hicieron los ministros; se quedaron discutiéndolo toda una tarde del miércoles y finalmente el ministro de finanzas propuso suprimir el paseo en coche. Además, con esto se ahorraba dinero. Pero el Ministro de educación lo lamentaba, ya que la naturaleza de Dios era tan instructiva para la gente joven. “¿Y qué es lo que piensa usted?” preguntó el rey al Ministro del Interior. “Señor, dijo este, ella debe casarse”. “Qué es lo que oigo ahora?, dijo el rey. ¿Casarse? ¿No es suficiente para ella, cada día el paseo en coche y el juego de ¿Juan-dónde-estás? ¿Que más le falta? ¿Es que tengo más yo?” “No niego, dijo respetuosamente el ministro, que su posición sea muy privilegiada. Al contrario, Señor, Al contrario. Pero la niña ya alcanza la edad de 25 años y es muy hermosa. Esto se confirma de una manera demasiado deplorable. Qué es más de acuerdo con la naturaleza el hecho de que se casa. Está en la línea de la evolución. Una vez casada, ya no saltará ningún chico carnicero al estribo del coche, los paseos en coche continuarán y la posibilidad de un sucesor en el trono, también le menciono a su ilustre alteza.”.
“Hm.” dijo el rey, lo pensaré”
También la princesa Azotea en su cama pensaba de lo mismo. Un carnicero, un almacenero, un policía y un maestro de ceremonia la habían dado un beso. Será verdad que fuera hermosa. Abandonó la cama, y miró al espejo. ¡Cielos! ¿Era ella esta? Que lindo pelo castaño. Qué ojos grandes y oscuros. Y de repente, por primera vez en su vida,  la princesa comenzó a llorar; era como si todo el dolor acumulado se hiciera demasiado grande para este corazón pequeño y ella estalló en sollozos descontrolados e impetuosos. No podía decir el porqué, y esto fue lo más grave.
“Hola,” llamó el rey, mirando estupefacto por la puerta ¿Qué significa esto? Espero que no sean caprichos. ¿Qué es lo que significa todo esto?” “No lo sé, papá” dijo la princesa sollozando. “Realmente no lo sé” y otra vez estalló en sollozos. “No lo sé, no lo sé, respondió el rey disgustado. Para todo hay un motivo. ¿Fue demasiado caliente la sopa de porotos? ¿No te gustó el paseo en coche?, ¿Perdiste en el juego? “No, Papá”, dijo la niña.  
“Bien, entonces, dijo el rey, todo anda bien. Acuéstate y no quiero oírte más. Qué bulla todo esto. ¡Es una vergüenza!”
El rey Boruba cerró la puerta con fuerza, pero andando por el corredor de repente se acordó de las palabras del ministro. Por lo tanto, regresó y metió otra vez la cabeza por la puerta. “Escucha”, llamó, ¡verdad! ¡Vas a casarte!” La princesa levantó la cabeza llena de lagrimas: Fue un sentimiento inexplicable que le atravesó la mente. “¿Yo, papa”?  “Si, tú”. Ahora tienes 25 años y, bueno, está en la línea de la evolución. Ningún carnicero saltará al estribo del coche, los paseos continuarán y la posibilidad de un sucesor al trono también se me han mencionado”. “Yo quiero sí”, dijo ruborizando la princesa, siempre que sea un hombre amable.” ”Esto decido yo, dijo el rey. Yo lo escogeré”.
Y esto hizo el rey. Mandó cartas a otros reyes, si querían enviar a sus hijos mayores, puesto que la princesa iba a casarse y era conveniente un extenso campo de elección, esto agregaba con mucha sinceridad a la carta. Eran exactamente 20 cartas y fíjese, el domingo las envió por correo y el día lunes siguiente había 20 príncipes sentados en la sala de espera mirándose desconfiados el uno al otro, tan hermosa era la princesa. El rey primero les dejó esperar una hora; a continuación, tomó asiento en el trono y llamó “Adelante”.
Y llegó el primer príncipe; se cuadró y temblando esperó las preguntas que el rey le iba a hacer. “Así, dijo el Rey con amabilidad, siéntese. ¿Le gusta el guiso de porotos?” “No”, dijo el príncipe sin demorar. “Entonces puede salir
usted”, respondió el rey. Personas que no les gusta el guiso de porotos, yo las encuentro ridículas”. También el segundo príncipe no le gustaba la sopa de porotos. Y el tercero dijo que le caía comerla. El cuarto ni soportaba verla. El quinto, era un príncipe muy simpático. Sus ojos se parecían pequeñas bolitas japonesas de vidrio que se pueden comprar en los quioscos escolares en 3 pesos cada uno y 4 por 10 pesos, igual de color café y brillantes, llenos de estrellitas. Por debajo de su sombrero salían a la vista cientos de pelos rizados. SI, en verdad, este era un príncipe gracioso. Y también era respetuoso. Se inclinó como si su cintura fuera de goma elástica y al mismo tiempo miraba a la princesa con una expresión de enamorado, de manera que ella quedó encantada. “¿A usted le gusta la sopa de porotos? Preguntó el rey. “Me encanta” majestad, respondió el príncipe, no hay nada que más me gusta”. “Oh papá, susurraba la princesa, tomemos a él”
“Espérate, dijo el rey, tiene buen gusto, pero ¿cómo será su cultura general?” “Sabe usted del juego que se llama ¿Juan,-dónde-estás?” El príncipe miraba fijamente el cielo. “No, dijo finalmente, no lo sé”.
“¡El siguiente!” llamó el rey. Pero el siguiente no lo sabía tampoco, y él que vino después tampoco.
“¡Qué extraño!” dijo el rey “¡Qué cosa curiosa! A primera vista todos parecen inteligentes y graciosos, pero al entrar a un nivel más profundo, se revela lo que valen. Qué lástima, Qué lástima... ¿Cuántos quedan?” “Trece, Señor”, dijo el chambelán. “Que entren todos a la vez”, ordenó el rey, “no podré atender a tales cabezas huecas uno por uno”. Allí estuvieron de pie los 13 juntos, tan erguidos como unas velas. “¿Les gusta la sopa de porotos?” gritó el rey.
“No, Señor,” “Dense media vuelta”, ordenó el maestro de ceremonias.  Y desaparecieron…
“Ahora, mi querido papá, preguntó la princesa en la noche cuando estaban a la mesa ¿Dónde está el hombre que encontraste para mí?  Deje que entre, me gustaría tanto verlo. Me gustaría tanto… y enseguida empezó a llorar.
“Niña estúpida, dijo el rey, ¿para qué lloras? Yo lo encontraré. No puedo hacer nada con estas cabezas huecas, que estuvieron aquí esta tarde. Su gusto fue  torpe y anormal y su cultura general, por Dios! Las cosas más sencillas que todo el mundo debe saber, no podían contestar. ¡Pero ten paciencia! ¡Todo llegará a un buen final! Pero no llegó el buen final.                                         Todos los príncipes que vinieron, fueron mandados fuera. A uno no le gustaba la sopa de porotos, el otro no sabía jugar el juego, Juan-dónde-estás. Un tercero no le gustaba hacer un paseo en coche en la tarde. Y la princesa que tanto quiso casarse, no se casó. Se volvió mas callada, que antes y en cierto día estaba muerta. Si, muerta. El rey estaba muy asombrado. No podía comprender, que una persona que recibía todos los días un plato de sopa de porotos, y jugaba el juego de Juan-dónde-estás, podía morir. Pero sin ninguna duda la princesa estaba muerta y andaba aturdido tras del féretro hacia el cementerio. Las campanas tocaron tristemente, cuando la princesa bajó con 4 sogas a su tumba, donde todavía descansa. Y cuando el rey dentro de un año también murió (pues también los reyes mueren), no había un sucesor al trono.

El reino decayó, el palacio se desplomó y no quedó nada en pie. Y en el lugar, donde estaba, ahora existe una llanura de arena, donde los niños hacen tortillas de arena los días domingo y, de vez en cuando, encuentran un plato sopero. Nadie sabe de donde vienen y casi todos los días aparece un libro sobre esto de un nuevo profesor. Pero nadie lo pregunta al escritor de cuentos. A él no lo toman en cuenta.                              (Godfried Bomans, “Prinses Stoepje”)