BENDICIÓN DE LOS OLEOS
Pablo VI ha querido hacer de la Misa crismal una fiesta del sacerdocio: sacerdocio de Cristo, que ofrece su sacrificio sobre el ara de la cruz e instituye su memorial en la última Cena; sacerdocio de los ministros a quienes Él llamó para continuar su obra, los obispos y presbíteros, a los que confió la misión de anunciar el Evangelio, conducir al pueblo y celebrar los sacramentos, con el poder exclusivo de celebrar su sacrificio y perdonar los pecados en su nombre‑; sacerdocio, en fin, del pueblo cristiano encargado también de dar a conocer a Jesucristo, de ser «en el mundo un fermento de santidad» y de «instaurar el Reino de Dios en el cumplimiento de sus trabajos temporales»
Todos los sacramentos tienen conexión con pascua; son sacramentos pascuales. Debemos recordarlo cuando asistimos a un bautismo, confirmación u ordenación y se usa el santo crisma; y también cuando se unge a alguien con el oleo de los enfermos.
El tema principal de la misa crismal es el sacerdocio. Al entregar el misterio de la eucaristía a la Iglesia, Cristo instituyó también el sacerdocio. Los textos de la misa presentan un conjunto catequético no solamente acerca del sacerdocio ministerial, sino también relativo al sacerdocio general de los fieles. En la antífona de entrada, la asamblea aclama: "Jesucristo nos ha convertido en un reino, y hecho sacerdotes de Dios, su Padre". La expresión se repite en la segunda lectura, y de ella se hace eco también el prefacio.
Todo sacerdocio es una participación del sacerdocio único de Cristo. El es nuestro mediador y sumo sacerdote, y su unción viene del Espíritu Santo. Así se desprende de la lectura de Isaías (61,1-3.6.8-9) y del evangelio de Lucas (4,16-21), donde el Señor cita y se aplica a si mismo los textos proféticos: "El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido".
RENOVACIÓN DE LAS PROMESAS SACERDOTALES
Acabada la homilía, el obispo dialoga con los presbíteros para que renueven sus promesas hechas un día delante de el y delante el pueblo.
BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS ENFERMOS
Antes de que el obispo diga: «Por él sigues creando todos los bienes ... », en la plegaria eucarística, o antes de la doxología «Por Cristo, con él y en él», en las otras plegarias eucarísticas, el que llevó la vasija del óleo de los enfermos, la lleva cerca del altar y la sostiene delante del obispo, mientras bendice el óleo de los enfermos, diciendo esta oración:
BENDICIÓN DEL ÓLEO DE LOS CATECÚMENOS
Dicha la oración después de la comunión los ministros colocan las vasijas con los óleos que se han de bendecir sobre una mesa que se ha dispuesto oportunamente en medio del presbiterio. El obispo, teniendo a ambos lados suyos a los presbíteros concelebrantes, que forman un semicírculo, y a los otros ministros detrás de él, procede a la bendición del óleo de los catecúmenos y a la consagración del crisma.CONSAGRACIÓN DEL CRISMA
Seguidamente el obispo derrama los aromas sobre el óleo y hace el crisma en silencio, a no ser que ya estuviese preparado de antemano. Una vez hecho esto, dice la siguiente invitación a orar:
Hermanos: pidamos a Dios Padre todopoderoso que se digne bendecir y santificar este ungüento para que aquellos, cuyos cuerpos van a ser ungidos con él, sientan interiormente la unción de la bondad divina y sean dignos de los frutos de la redención.
Entonces el obispo, oportunamente, sopla sobre la boca de la vasija del crisma, y con las manos extendidas dice una de las siguientes oraciones de consagración:
Señor, autor de todo crecimiento y de todo progreso espiritual: recibe complacido la acción de gracias que gozosamente, por nuestro medio, te dirige la Iglesia. Al principio del mundo, tú mandaste que de la tierra brotasen árboles que dieran fruto, y entre ellos, el olivo que ahora nos suministra el aceite con el que hemos preparado el santo crisma.
Ya David, en los tiempos antiguos, previendo con espíritu profético los sacramentos que tu amor instituiría en favor de los hombres, nos invitaba a ungir nuestros rostros con óleo en señal de alegría.
También, cuando en los días del diluvio las aguas purificaron de pecado la tierra, una paloma, signo de la gracia futura, anunció con un ramo de olivo la restauración de la paz entre los hombres.
Y en los últimos tiempos, el símbolo de la unción alcanzó su plenitud: después que el agua bautismal lava los pecados, el óleo santo consagra nuestros cuerpos y da paz y alegría a nuestros rostros.
Por eso, Señor, tú mandaste a tu siervo Moisés que, tras purificar en el agua a su hermano Aarón, lo consagrase sacerdote con la unción de este óleo.
De este modo se hizo manifiesto que David ya hablaba de Cristo cuando dijo: «El Señor, tu Dios, te ha ungido con aceite de júbilo entre todos tus compañeros».
A la vista de tantas maravillas, te pedimos, Señor, que te dignes santificar con tu bendición + este óleo y que, con la cooperación de Cristo, tu Hijo, de cuyo nombre le viene a este óleo el nombre de crisma, infundas en él la fuerza del Espíritu Santo con la que ungiste a sacerdotes, reyes, profetas y mártires y hagas que este crisma sea sacramento de la plenitud de la vida cristiana para todos los que van a ser renovados por el baño espiritual del bautismo.
Haz que los consagrados por esta unción, libres del pecado en que nacieron, y convertidos en templo de tu divina presencia, exhalen el perfume de una vida santa; que, fíeles al sentido de la unción, vivan según su condición de reyes, sacerdotes y profetas y que este óleo sea para cuantos renazcan del agua y del Espíritu Santo, crisma de salvación, les haga partícipes de la vida eterna y herederos de la gloria celestial. Por Jesucristo...
Amén.
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